Una vez, el burlón de Ma Tan Pi, mientras
andaba por la ciudad, se encontró con dos alfareros que llevaban al mercado dos
grandes ánforas de barro.
-¿De dónde vienes? -le preguntaron los
alfareros, acercándose.
-Vengo del sur.
-Ah, del sur, donde vive ese bromista llamado
Ma Tan Pi, que a todo el mundo le toma el pelo.
-Eso es una tontería -dijo el otro alfarero.
Por más bromista que sea, no será capaz de tomarme el pelo a mí. A Ma Tan Pi le
brillaron los ojos y dijo:
-¿Adónde vais?
-A la ciudad, a vender estas dos ánforas.
-¿Y a cuánto las vendéis?
-En el mercado dan cien monedas por cada una.
-¿Tan poco? -se sorprendió Ma Tan Pi. En mi
tierra pagan diez monedas por gramo. Allí se venden al peso.
-¡Diez monedas por gramo! ¡Pero entonces nos
bastaría con vender estas dos ánforas para volvernos ricos en un santiamén!
¿Nos llevarías a tu tierra?
-Queda a unos cuantos kilómetros de aquí. Os
cansaríais.
-No importa, acompáñanos.
-De acuerdo, si eso es lo que queréis
-concluyó Ma Tan Pi, y los acompañó.
Recorrieron montañas y valles, carreteras
buenas y malas, rumbo a su pueblo.
Los alfareros jadeaban bajo su carga, pero
seguían caminando con todo brío. Finalmente, apareció el pueblo.
Pasadas las primeras casas, Ma Tan Pi les
ordenó:
-Esperadme aquí. Quiero preguntarle a mi amo
cuántos gramos de ánfora le hacen falta. Si os viesen otras personas, se
negaría a comprar su parte.
Y se alejó. En el pueblo, hizo que le
prestasen una balanza y veinte monedas. Volvió a donde estaban los alfareros y
con una amplia sonrisa anunció:
-Tenéis mucha suerte. Mi amo quiere
exactamente dos gramos de ánfora.
A los alfareros se les desorbitaron los ojos:
-¿Te has vuelto loco? ¿Vamos a destrozar
nuestras ánforas para poder vender dos gramos?
-¿Y por qué no? Os había dicho que entre
nosotros se venden al peso. Y nadie os comprará más de dos gramos. Si el
sistema no os gusta, podéis volver a vuestra casa.
-¿Y habremos recorrido tantos kilómetros para
nada? -gritaron los dos alfareros.
-Para nada, no -respondió Ma Tan Pi. Habéis
hecho tantos kiló-metros para aprender a no hablar mal de la gente que no
conocéis. Por si os interesa saberlo, yo soy Ma Tan Pi.
Al oír aquel nombre, los alfareros no dijeron
ni mu. Volvieron a cargar sobre sus hombros las ánforas y retomaron el camino
de vuelta a casa tan deprisa que daba la impresión de que la tierra quemaba
bajo sus pies.
Y se cuidaron mucho de andar diciendo por ahí
que Ma Tan Pi era un bromista.
005. anonimo (china)
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