Una vez, en una
encrucijada, se encontraron tres hombres. Los habían echado de su casa porque
eran demasiado tontos, y andaban errantes por el mundo. Buscando una solución,
dijeron:
-Si juntamos nuestras
tres cabezas, aunque sean tres cabezas tontas, algo bueno tendrá que salir.
Decidieron, por ello,
mantenerse siempre unidos.
Durante el trayecto,
llegaron a un campo donde estaba trabajando un viejo campesino. Los tres
tontos lo saludaron educadamente y el viejo les preguntó adónde iban.
-Andamos por el mundo en
busca de trabajo -respondieron los tres necios-. Nos echaron de casa porque
somos demasiado tontos.
-Yo os daré trabajo -dijo
el viejo, y los llevó a su casa, donde vivía con sus tres hijas.
Al día siguiente, el
viejo se levantó temprano y le ordenó al primer tonto:
-Tú irás a pescar.
El tonto cogió la red y
se fue al lago.
El hombre llamó al
segundo tonto y le dijo:
-Tú irás al bosque y
harás una cuerda trenzando lianas.
El segundo tonto fue al
bosque.
Por último, el viejo le
ordenó al tercer tonto:
-Tú irás a coger cocos.
El tercer tonto cogió una
vara y salió en busca de cocoteros.
El primer tonto comenzó a
pescar y, mientras pescaba, sintió mucha sed. ¿Qué hizo entonces? Dejó los
peces y la red en la orilla del lago y volvió corriendo a casa a beber.
-¿Dónde están los peces?
-le preguntó el viejo.
-Los he dejado en la
orilla del lago, porque he sentido sed y he vuelto a casa a beber -respondió el
tono.
-Vaya... ¿Y no podías
beber agua del lago?
-Fíjate, fíjate, no se me
había ocurrido -dijo el tonto y, ya que estaba, se quedó en casa.
El segundo tonto,
mientras tanto, había preparado un buen haz de lianas y quería emprender el
camino de regreso. Pero ¿cómo hacer para llevarlas si no tenía con qué atarlas?
Decidió volver a casa a buscar una cuerda.
-¿Por qué no has atado el
haz con una liana? -le preguntó el viejo.
-Fíjate, fíjate, no se me
había ocurrido -respondió el tonto y, ga que estaba en casa, allí se quedó.
Lo primero que hizo el
tercer tonto fue trepar a una palmera, le mostró a su vara los cocos y le dijo:
-Míralos bien y, cuando
yo te suelte, golpéalos para que caigan al suelo.
Bajó de nuevo a tierra y
comenzó a lanzar la vara contra los cocos. Pero se cansó en balde: en todo el
día no tiró del árbol un solo coco. Al anochecer volvió a casa exhausto y con
las manos vacías.
-¿Por qué no les has dado
a los cocos con la vara cuando trepaste a la planta? -le preguntó el viejo.
-Fíjate, fíjate, no se me
había ocurrido -respondió el tonto.
El viejo se dio cuenta de
que muy poco provecho podría sacar de los tres. Pero como sus tres hijas no
eran menos tontas que ellos, decidió que lo mejor era que se casasen y saliesen
a buscarse la vida.
Pero los tontos no fueron
muy lejos. Pasada la primera colina, se detuvieron y dijeron:
-Por más vueltas que
demos por el mundo, la gente nos echará siempre porque somos muy tontos. Es
mejor que fundemos un pueblo sólo para nosotros.
Y así lo hicieron.
Construyeron casas, cercaron los campos y vivieron lo mejor que podían, con sus
hijos, nietos y biznietos, hasta la décima generación.
Aquellos tres tontos se
multiplicaron tanto en poco tiempo que ga no había lugar para ellos en el
pueblo. Así que muchos de sus descendientes se dispersaron por el mundo.
Y ésta es la razón de que
hago tontos por todas partes.
009. anonimo (africa)
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