Hace muchos, muchos años,
hubo un invierno muy riguroso, con tanta nieve que nadie podía salir de caza.
El mal tiempo se prolongó tanto que muchos se preguntaban cuándo volvería el
calor. Los animales se habían refugiado en una gran tienda y dormían al amor de
la lumbre. La que estaba más cerca del fuego era la ardilla, que una noche se
despertó y dijo:
-He soñado con el calor.
Salgamos y vayamos a buscar el verano.
Y así todos partieron en
busca del verano. Después de mucho caminar, llegaron a un extenso claro y,
desde allí, observaron una pequeña grieta en las nubes. Se deslizaron a través
de esa grieta y alcanzaron el reino del cielo. En ese reino vivía un oso negro
que había robado el calor a la tierra y lo había encerrado en un saco.
Los animales llegaron a
la tienda del oso, pero el oso no estaba allí. Había salido con su canoa y
había atravesado el río para cazar en la otra orilla.
La ardilla le dijo
entonces al ratón:
-Ratón, ratoncito,
persigue al oso y roe el remo de su canoa.
El ratón corrió por la
orilla hasta que encontró la canoa del oso. Rogó el remo y volvió a la carrera
junto a los demás animales. Mientras tanto, éstos habían encontrado el saco
donde estaba encerrado el calor y corrían hacia la grieta en el cielo, para
volver a bajar a la tierra con el saco.
El oso, después de cazar,
se dirigió hacia su canoa, entró en ella y tomó el rumbo de su casa. Pero en
cuanto comenzó a remar, el remo se hizo pedazos. Se vio obligado a bajar y a
internarse en el bosque para hacer uno nuevo. Cuando finalmente llegó a su
tienda, se dio cuenta de que alguien le había robado el saco del calor. Sin
perder más tiempo, corrió hacia la grieta del cielo.
Los animales habían
llegado allí justo en ese instante: el saco del calor era muy pesado, y habían
hecho tanto esfuerzo llevándolo a rastras por el camino que ya estaban al
borde del desmago. La grieta del cielo estaba a punto de cerrarse; sólo
quedaba una hendidura muy pequeña. La ardilla le dijo entonces al lucio:
-¡Lucio, rápido, haz un
agujero!
El lucio introdujo su
boca en la pequeña hendidura y abrió un buen agujero. Desde entonces al lucio
le ha quedado esa extraña boca aplanada.
El oso estaba muy cerca
de ellos. La ardilla, en cuanto lo vio, arrojó el saco a tierra, el saco se
abrió y el calor quedó libre. Los animales se lanzaron a través del agujero y el
oso siguió tras ellos. Desde aquel momento, el oso ha seguido viviendo con los
demás animales, conservando por siempre un carácter combativo y huraño.
007. anonimo (norteamerica)
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