Había una vez una señora
que tenía una hija muy alegre y divertida. Como se pasaba todo el día cantando,
la casa parecía una campanita musical. Cantaba tan pero tan lindo que los
vecinos se acercaban para poder escucharla, pero nunca podían verla. Nadie la
conocía.
Por ahí cerca vivía el
rey, que tenía tres hijos que se querían casar. Un día, cuando pasaron por la
casa, escucharon ese canto y se quedaron mudos de emoción.
‑Con ella me quiero casar
‑dijo uno.
‑Con ella me quiero casar
‑dijo el segundo.
‑Con ella me quiero casar
‑dijo el tercero.
Los tres fueron hasta la
casa, golpearon la puerta y salió la señora:
‑¿Qué desean, señores?
‑Escuchamos una voz
encantadora y queremos conocer a su dueña ‑dijeron los tres al mismo tiempo.
‑¿Para qué quieren
conocerla? ‑preguntó la señora.
‑Yo me quiero casar con
ella ‑dijo uno.
‑Yo me quiero casar con
ella ‑dijo el segundo.
‑Yo me quiero casar con
ella ‑dijo el tercero.
‑ iEpa! iMuchachos! iNo
tan rápido! ¿Y quiénes son ustedes que andan queriendo casarse con mi hija? ‑gritó
la señora.
‑Yo soy el hijo del rey ‑dijo
uno.
‑Yo soy el hijo del rey ‑dijo
el segundo.
‑Yo soy el hijo del rey ‑dijo
el tercero.
‑¡Ah, sí! Bueno, ahora
llamo a mi hija. ¡Aquí está! ‑y vino una sapita a los saltos.
‑¿Qué es esto? ¡Por Dios!
¿Cómo me voy a casar con este animal tan asqueroso? ‑dijo uno y se fue.
‑¡Qué me voy a casar con
este bicho tan fiero! ‑dijo el otro y se fue.
‑Yo
sí me quiero casar con ella, si usted me autoriza ‑dijo el tercero.
‑¿Está
seguro? ‑preguntó la señora.
‑Sí,
estoy seguro y, si usted me permite, quisiera que me acompañe hasta mi casa
así mis padres la conocen.
‑Bueno,
pero usted se hace responsable.
El
príncipe se fue con la sapita. Ella cantaba y él la acariciaba.
Al
llegar a una laguna, la sapita saltó de los brazos del príncipe y se tiró al
agua.
Sorprendido,
el príncipe la empezó a llamar, pidiéndole que volviera. La respuesta fue un
canto maravilloso que venía desde lo más profundo de la laguna.
Cuando
el príncipe miró, vio a la sapita convertida en una maravillosa mujer saliendo
del agua, con vestidos de oro y perlas.
Cantando
y cantando, la música despertó a los animales del bosque, a la gente de los
pueblos vecinos y a la familia real, contagiándolos de alegría.
Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Ecuador.
Fuente: María Luísa Miretti
15. Pescados,
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