Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 22 de julio de 2012

La confusión

Hace mucho pero muchísimo tiempo, los perros y los gatos eran amigos y vivían en pequeñas comunidades plenos de paz y armonía.
Si un gato tenía problemas, lo ayudaban otros gatos o cualquier perro vecino o amigo. Si un gato caía al agua, apenas lanzaba un miau desesperado cualquier perro que lo escuchaba iba rapidito, se tiraba al agua y lo salvaba, y, si un perro perseguía a un ratón y el animal se escondía en algún recoveco, bastaba con que el cazador ladrara tres guau para que cualquier gato rápidamente fuera en su ayuda.
En las largas noches de invierno, gatos y perros se amontonaban en los árboles huecos del monte para protegerse del frío.
Un día una gata organizó una fiesta e invitó a todos sus amigos gatos y perros. La reunión se hizo una noche de luna llena en un claro del monte, pero justo al empezar el baile se desató una tormenta.
Un perro grande sugirió continuar la fiesta en una tapera abandonada y allí se fueron. Mientras iban entrando, los perros se fueron quitando sus colas para estar más cómodos y las amontonaron en un rincón.
Comenzó la fiesta pero algo sucedió. La tormenta parecía haber alterado los ánimos. La gata organizadora del encuentro empezó a refunfuñar. El perro grande la miraba de reojo y gruñía por lo bajo. Se formó un círculo alrededor de los dos y como por arte de magia los gatos se pusieron de un lado y los perros del otro.
Insulto va, insulto viene, entre truenos y relámpagos empezaron a escucharse desde lejos los gruñidos y los maullidos que iban subiendo de tono. Los gatos encorvaban sus lomos y los perros mostraban sus colmillos. Se produjo un silencio y, al segundo, la fila de los gatos se acercó a la de los perros y, cuando los gatos estaban a punto de mostrar el filo de sus uñas, un perro corrió hacia fuera y gritó:
‑¡Salgamos todos de aquí!
Los perros, sin pensarlo dos veces, salieron corriendo tras él perseguidos por los gatos, y en el apuro cada uno agarró la primera cola que encontró.
Desesperados, huyeron en busca de un lugar sin gatos.
Cuando estuvieron tranquilos quisieron acomodarse sus colas pero descubrieron la terrible confusión. Había perros grandes con colas cortas y perros chicos con enormes plumeros. Ninguna cola estaba con su verdadero dueño.
Desde ese día los perros nunca perdonaron a los gatos lo sucedido aquella noche y todavía van por el mundo en busca de la cola que les pertenece.

Argentina, Paraguay.

Fuente: María Luísa Miretti

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