Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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domingo, 22 de julio de 2012

El irupé


Cuenta la historia que hace muchos años, una pareja de jóve­nes, Pitá y Morotí se amaban. Pitá era el mejor guerrero de la tribu y Morotí, la más hermosa de las doncellas, aunque era mala y coqueta.
Un día, mientras guerreros y doncellas caminaban a orillas del río, Morotí dijo:

¿Quieren ver lo que es capaz de hacer por mí Pitá? ¡Vean!

Luego de decir esto se sacó uno de sus brazaletes y lo arrojó al agua. Volviéndose hacia Pitá, que además de ser un buen guerrero guaraní era un excelente nadador, le pidió que buscara su brazalete. Pitá se zambulló en el río pero nunca apareció en la superficie.
Morotí y el resto de los acompañantes comenzaron a gritar, pero fue en vano, ya que Pitá no volvió a aparecer.
La tristeza y la desolación corrió por la tribu. Lloraban y se lamentaban las mujeres y los ancianos hacían conjuros para que Pitá volviese con vida. Morotí, muda de arrepentimiento, parecía ajena a lo que estaba sucediendo y era la única que no lloraba.
El hechicero de la tribu explicó:

‑Pitá es ahora el prisionero de I Cuñá [1] Payé, hundido en las aguas. Pitá fue seducido por la hechicera y conducido a su palacio. Allí Pitá ha olvidado su vida anterior, ha olvidado a Morotí y se ha dejado amar por la hechicera, por eso no vuelve. Hay que ir a buscarlo. Está en un palacio de oro, en una habitación fabricada de diamantes y en brazos de la hechicera. Bebe olvido de los labios de I Cuña Payé, la que tantos guerreros nos ha robado. Si no vamos a buscarlo, Pitá no volverá.

‑¡Yo lo buscaré! ‑exclamó Morotí‑. ¡Yo lo buscaré!

El hechicero le contestó:
‑Sí, debes buscarlo. Serás la única que podrá rescatarlo del amor de la hechicera. La única, si en verdad lo amas, ya que sólo con amor humano podrá defenderse y vencer el amor maléfico de ella. ¡Tráelo!

Morotí se ató los pies a un peñasco y se arrojó a las aguas.
Toda la noche la tribu estuvo esperando junto al río la aparición de los jóvenes. Las mujeres gemían, los hombres cantaban y los ancianos hacían conjuros para vencer el mal.
Al alba, con los primeros rayos de la aurora, vieron flotar sobre las aguas las hojas de una planta desconocida: el irupé. Era una hermosa flor, grande y perfumada, que nunca habían visto en la región Tenía pétalos blancos en el centro y rojos afuera. De inmediato se dieron cuenta: blancos como el nombre de la doncella desaparecida, Morotí; rojos como el del guerrero: Pitá. La flor exhaló un suspiró y se volvió a sumergir en las aguas del río.
El hechicero habló, explicando lo que ocurría:

‑Pitá ha sido rescatado por Morotí. ¡Alegría! Ellos se aman y con su amor han vencido a la maléfica hechicera. En esa flor que acaba de aparecer he visto a Morotí en los pétalos blancos, a los que abrazaban y besaban los pétalos rojos que representan a Pitá.

Descendientes de Morotí y de Pitá son los hermosos irupés que decoran las aguas de los ríos. En el instante del amor aparecen las bellas flores de pétalos blancos y rojos del irupé, se besan y vuelven a sumergirse. Aparecen para recordar a los hombres el triunfo del amor, pues el irupé nació del amor y del arrepentimiento.

Argentina, Paraguay

Fuente: María Luísa Miretti

081. anonimo (sudamerica)

[1] Cuñá: en guaraní, mujer

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