Había una vez un príncipe
que siempre paseaba a caballo por el bosque. Le gustaba perderse entre los
senderos, esquivar las ramas de los árboles o buscar a los pájaros escondidos.
Un día, cuando cabalgaba
cerca del río, sintió que alguien cantaba con voz muy dulce. Se bajó del
caballo, lo ató en una mata y se acercó despacio sin hacer ruido. Sorprendido,
descubrió una hermosa paloma bebiendo agua de la orilla.
Miró alrededor pero no
había nadie. Gritó en voz bien alta:
‑¿Quién está cantando?
Pero sólo escuchó el
murmullo de las hojas.
Siguió caminando y se
acercó al río. La paloma asustada levantó vuelo y desapareció, pero en la fuga
perdió una pluma blanca, grande y brillante. La miró y notó que en los bordes
tenía muchos puntitos que se ponían brillantes y multicolores con el sol. Una
fragancia especial inundó el lugar.
Regresó en busca de su
caballo. Al acercarse con la pluma en la mano, el alazán se puso nervioso y
empezó a relinchar. Intentó tranquilizarlo pero no pudo.
Apenas logró montarlo
partieron, pero el caballo se había desbocado, galopando siempre hacia delante.
Asustado y casi muerto de sed, el príncipe vio que estaban cerca de un lago.
Cuando llegaron escuchó una voz que le decía:
‑Ven, aquí hay agua
fresca.
Pero el caballo,
atemorizado, tironeó y tironeó hasta salir del lugar para seguir siempre hacia
delante.
Siguió andando y comenzó
a sentir hambre, cuando escuchó la misma
voz que lo tentaba diciéndole:
‑Vuelve, quédate y te
daré alimentos.
Pero
el caballo, atemorizado, tironeó y tironeó hasta salir del lugar para seguir
siempre hacia delante.
Cada
vez más extrañado, el príncipe miraba sin entender lo que estaba pasando ni
hacia dónde lo llevaba su caballo.
Sacó
la pluma del bolsillo y la misma exquisita fragancia volvió para inundar todo
el lugar. Las ramas de los árboles se inclinaron y los pájaros vinieron en
bandadas a rodearlos. Poco a poco, el paisaje cambió y por los puntitos
brillantes de la pluma apareció un gigantesco arco iris frente a un lago desde
donde vino nuevamente ese canto maravilloso.
Despacito
despacito se acercó más... y ¡oh sorpresa! estaba la misma paloma bebiendo de
la orilla. Arrojó la pluma al lago y a la paloma se le empezaron a caer una...
dos... tres... todas las plumas, transformándose en una hermosa muchacha.
El
príncipe corrió hacia ella y la abrazó. Los pájaros cantaron sobre la grupa del
caballo, los árboles acariciaron las plantas y un perfume encantador inundó el
lugar.
Argentina: La Pampa.
Fuente: María Luísa Miretti
15. Pescados,
Muy lindo!!! Felicitaciones
ResponderEliminarA quien cantaba con voz muy dulce cuando el príncipe cabalgaba cerca del río
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