Había
una vez un hombre muy pero muy forzudo, pero agrandado y jactancioso.
Un
día pasó por un lugar donde se estaba construyendo un templo de anchos muros y
fuertes columnas. Al verlo, dijo lleno de soberbia:
‑¡Gran cosa es esto, yo soy capaz de echarlo al suelo de una patada! ‑y
así lo hizo, festejando su atrevimiento a carcajadas.
Cuando
el juez se enteró, lo mandó a buscar con la policía y lo encerró en la cárcel,
aunque él continuó riéndose sin darle importancia. Estaba seguro de que algún
político lo ayudaría a salir bien pronto.
Sin
embargo sufrió un castigo más severo. Encerrado en su celda, empezó a sentir
cambios en su cuerpo. Al rato, se había convertido en chingolo.
Por
eso este pájaro conserva un bonete de presidiario, anda siempre malhumorado y
nervioso, y como aún lleva puesto los grillos, sólo puede caminar dando
saltitos.
Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia.
En algunas zonas al chingolo también lo llaman
chuschín.
Fuente: María Luísa Miretti
081. anonimo (sudamerica)
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