Había
una vez un rey que quería casarse, pero no encontraba una mujer a quien amar y
que lo amara. Triste pasaba sus días pensando por qué no encontraba una que lo
quisiera de verdad.
En
los alrededores del palacio vivía una bruja mala que siempre aparecía y le
decía que ninguna mujer lo iba a querer.
Un
día el rey conoció en el pueblo a una linda muchacha. Cuando le propuso
matrimonio, ella le dijo que tenía la ilusión de construir un hermoso jardín
donde debía haber flores, aves, hamacas, fuentes, toboganes y estatuas.
Desde
ese momento el rey empezó a arreglar los alrededores con afán y delicadeza,
pero la bruja llegaba y le hacía notar que algo faltaba.
En
el inmenso jardín construido en forma de U, hizo todo lo que la muchacha
pretendía: colocó variedad de plantas y flores, desparramó hermosas aves que
tenían su nidal en la arboleda, distribuyó hamacas y juegos con algunas
estatuas de yeso y en el medio hizo una fuente circular de tres pisos.
Pero
la bruja llegaba y le hacía notar que algo faltaba.
Cambió
el color de los juegos y trajo más flores y pimpollos.
Pero
la bruja llegaba y le hacía notar que algo faltaba.
‑¿Qué
es lo que falta en este hermoso jardín, si todo fue pensado para ella? ‑le
preguntó el rey.
‑Al
lindo jardín que Su Majestad está preparando le falta una cosa ‑contestó la
bruja.
‑¿Qué
cosa? ‑volvió a preguntar el rey.
‑El
agua encantada ‑dijo la bruja.
‑¿Dónde
puedo encontrar el agua encantada?
‑En
la ciudad de Te írás y no Volverás ‑contestó la bruja.
A
las preguntas insistentes del rey la bruja le fue explicando por dónde debía ir
y qué camino tomar para encontrarla. Como el rey estaba muy ansioso y
confundido, ella le dijo que debían ir los dos juntos.
Pero
el rey hizo ensillar el mejor caballo y partió solo.
En
la mitad del camino se encontró con una choza muy pobre y despintada. Allí
vivía un viejo petiso y barbudo quien sin saber que era el rey, le ofreció
pasar la noche.
Al
otro día, muy temprano, el viejo lo ayudó a preparar el viaje, le preguntó
hacia dónde iba y el rey le contestó:
‑A
la ciudad de Te irás y no Volverás.
‑¡Ay!... ‑exclamó el
viejo.
‑¿Qué le pasa, señor?
Después
de un rato le contestó:
‑Mira,
deja tu caballo y vete en ese blanco. Antes de llegar, por la orilla del
camino, verás muchas piedras de varios colores. Aunque no me creas te voy a
contar: todas esas piedras son hombres que, como tú, fueron en busca del agua
encantada y quedaron así.
‑¡increíble!
¿Y quién los castigó de esa manera? ‑preguntó el rey.
Pero
el viejo, cabizbajo, no contestó esa pregunta. En cambio le aconsejó:
‑Para
que no te pase lo mismo no tienes que mirar a los costados ni darte vuelta para
atrás. Cuando llegues al agua, alza un jarrito lleno, monta rápido otra vez y
di: 'Que mi caballo blanco corra más rápido que el viento'. ¿Te vas a acordar?
‑Sí,
gracias, señor ‑contestó el rey y desapareció entre la espesura.
Galopó
largo trecho hasta que llegó al lugar. Hizo lo que el viejito le había
aconsejado, fue derecho al agua, llenó el jarrito y montó en su caballo blanco,
diciendo:
‑'Que mí caballo blanco
corra más rápido que el viento'. ¡Arre,
arre, caballito, no me abandones, amigo! ‑repetía
nervioso y todo transpirado el rey.
Volaba
el blanco cuando una tropilla enemiga lo empezó a perseguir, pero el rey no se
dio vuelta porque se acordó de que si lo hacía quedaría hecho piedra.
Después
de mucho galopar llegó a la choza. El viejo lo recibió con alegría y lo
felicitó.
‑¿Cómo
puedo agradecerte este favor? ‑le preguntó el rey.
Pero
el viejo, cabizbajo, no contestó esa pregunta. Lo ayudó a cambiar de caballo y,
antes de despedirlo, le advirtió:
‑No
hagas caso a los comentarios ajenos y aprende a defender tu felicidad ‑y
después de decir esto, el viejo y la choza desaparecieron.
Emocionado,
el rey llegó a palacio. Puso en el centro del jardín el agua y vio cómo se
hacían cataratas y burbujas multicolores y cantarinas. Llegó la bruja y quiso
opinar, pero la echó.
Cuando
el rey terminó de organizar todo, partió corriendo al pueblo a buscar a la
muchacha.
Y
se casaron. Y sus hijos jugaron en el jardín.
Argentina,
Perú, Colombia, Chile, Uruguay, Ecuador.
Fuente: María Luísa Miretti
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