Había en un pueblo una mujer que tenía un
hijo de lo más listo. Además de serlo, al niño le gustaba mucho estudiar en los
libros, razón por la cual su madre le dijo un día:
‑Perico,
hijo mío, cuánto me gustaría que estudiaras una carrera para que pudieses ser
un hombre de provecho el día de mañana. Y aunque no tenemos mucho dinero, lo
que haya que pagar yo lo daré por bien empleado; pero has de decirme qué es lo
que más te gustaría estudiar.
Perico se
lo pensó y le dijo a su madre:
‑Madre,
yo quisiera estudiar la magia negra.
De manera
que la madre se fue a ver a un maestro de magia para preguntarle si querría
enseñar a su hijo.
‑Le
enseñaré ‑dijo el maestro‑, pero con una condición.
Le dijo
la madre:
‑¿Cuál es
esa condición?
Le
respondió el maestro de magia:
‑Que al
cabo de un año de estudiar conmigo, tiene usted que venir a ver a su hijo, y si
le reconoce, pues bien, pero si no le reconoce entre los demás alumnos, me
quedo con él para siempre.
La madre
no dudó de que sería capaz de reconocer a su hijo y le contestó al maestro que
estaba conforme y mandó al hijo a estudiar con el maestro de magia.
El tiempo
fue pasando y se aproximó la fecha en la que la madre debía ir a la casa del
maestro de magia para reconocer a su hijo. Y sabiéndolo el hijo, hizo lo
siguiente: se convirtió en un palomo, salió de la casa del maestro sin que
nadie le viera y voló a la de su madre. Cuando vio a su madre, que estaba
cocinando junto a la ventana, le dijo:
‑Dentro
de pocos días tendrá usted que ir a reconocerme. Yo sé que ese día el maestro
nos va a convertir a todos en palomos y, cuando vea que llega usted, echará
maíz en el suelo para que comamos todos y así nos confundamos unos con otros;
pero yo, en vez de comer, me entretendré en saltar por encima de mis
compañeros, de manera que cuando el maestro le pregunte si me conoce, diga que
sí, que soy el que está dando saltos.
El día
señalado, la madre acudió a casa del maestro de magia y éste la llevó a donde
estaban los palomos y le dijo:
‑Uno de
estos palomos es su hijo, ¿lo reconoce?
Y ella
dijo sin titubear:
‑Sí, es
ese que está venga a saltar. Y no lo dudo, porque es igual que cuando niño, que
todo su afán era saltar por encima de sus iguales.
Y dijo el
maestro, contrariado:
‑Pues ha
acertado usted, señora, que ése es su hijo; y ya se lo puede llevar, que no he
de enseñarle más porque ya sabe tanto como sé yo.
Así pues,
Perico se fue con su madre, tan contento. Y se llevó de casa de su maestro el
mejor libro de magia que tenía en la biblioteca sin que aquél se enterase.
Y de
vuelta en casa, le dijo lo primero de todo a su madre:
‑Madre,
de ahora en adelante vamos a hacer fortuna con todo lo que he aprendido. Y para
empezar va a llevarme usted mañana a la feria y yo me voy a convertir en una
vaca. Lleve usted la vaca a vender y pida por ella ciento cincuenta ducados.
Pero no venda la esquila con ella, porque en la esquila estoy yo.
La madre
llevó la vaca a la feria y a poco se le presentó un comprador que le dijo:
‑¿Cuánto pide usted por esa
vaca?
‑Ciento cincuenta ducados ‑dijo
la madre.
‑Pues me
parece bien ‑dijo el hombre, y le entregó los ciento cincuenta ducados y se
llevó la vaca, pero antes la madre le quitó la esquila y la guardó en su bolsa.
El
comprador se marchó a su pueblo con la vaca y la dejó en el establo. A la
mañana siguiente se levantó y fue a darle de comer, junto con los otros animales
que tenía, y se encontró con que la vaca había desaparecido.
Perico, entretanto, estaba muy
animado y le propuso a su madre esta vez:
‑Ahora me
convertiré en caballo; lo lleva usted a la feria y lo vende por trescientos
ducados; y cuide que no entre el freno en la venta, que el freno se lo ha de
quedar usted porque en el freno estoy yo.
Mientras
sucedía todo esto, el maestro ya había echado de menos su mejor libro de magia
de la biblioteca. Lo
estuvo buscando por todos los rincones y al final se dijo: «Para mí que Perico
es quien se ha llevado el libro. Quién sabe por dónde andará ahora. Pero, como
mañana hay feria, voy a acercarme por allá a ver si ha ido a probar su magia».
Se fue el
maestro a la feria y, estando en ella, se encontró con la madre de Perico, que
estaba vendiendo un caballo. Y el astuto mago se acercó a la madre y le dijo:
‑¿Cuánto pide usted por este
caballo?
Y la madre le dijo lo que Perico
le había encargado que dijese:
‑Pues trescientos ducados.
Y dijo el maestro:
‑Me parece bien ‑y tomó el
caballo. Entonces la madre fue y le dijo:
‑Espere
usted un momento, que he de quitar el freno al caballo porque el freno no entra
en el trato.
Y dijo el maestro:
‑Pues yo lo compré con el freno
y con él me lo he de llevar.
Y la
madre que no, y el maestro que sí, y tanta fue la disputa que llamaron a la
justicia que, enterada del asunto, resolvió dar la razón al maestro. Y el astuto
maestro montó rápidamente en el caballo, le arreó un par de fustazos y le dijo
en voz alta, para que lo oyera bien:
‑Arre,
Perico, que ahora sí que me vas a pagar el libro que te llevaste de mi casa.
El
maestro llegó a su casa muy contento de su astucia y apenas desmontó del
caballo les encargó a sus hijos que lo llevaran a la cuadra y, sobre todo, que
ni le dieran de comer ni le quitaran el freno. El caballo no hacía otra cosa
que mover la cabeza sin parar y abrir la boca y los muchachos, compadecidos,
se dijeron:
‑¿Qué mal
hay en quitarle el freno al caballo, que parece que lo está lastimando?
Con las
mismas se lo quitaron y el caballo se convirtió en una trucha y se escapó río
abajo.
Entonces
el maestro, que se dio cuenta, se convirtió en una culebra y empezó a
perseguir a la trucha. La
trucha, como era hábil, se metía por entre las piedras del río o saltaba por
las cascadas, pero la culebra era tenaz y la perseguía sin descanso. Y así
estuvieron mucho tiempo hasta que, al acercarse a la presa de un molino, la
trucha vio que la culebra se le echaba encima y, para librarse de la
persecución, se transformó en paloma y echó a volar.
De
inmediato, la culebra tomó la forma de un águila y siguió a la paloma para
darle caza; la paloma ya estaba empezando a sentirse agotada y, cuando volaba
cerca de una hermosa casa, se transformó en un mosquito y entró por la rendija
de una ventana dentro de la casa.
Aquella
ventana era la de la habitación de ‑una bella princesa y el mosquito se
convirtió en Perico de nuevo y le dijo a la princesa:
‑Me voy a
convertir en un anillo y me colocaré en tu dedo. En seguida aparecerá por aquí
un caballero y en cuanto te vea te pedirá que le regales el anillo; tú dáselo,
pero cuando vayas a ponerlo en sus manos, déjalo caer al suelo, que se romperá
en varios pedazos. Entonces pisa con tu pie el pedazo más grande y cuando
sientas que este pedazo te empuja hacia arriba, retira el pie.
Conque
Perico se convirtió en anillo y se colocó en el dedo de la princesa y todo
sucedió como él había dicho: llegó el caballero y le pidió el anillo a la princesa. La princesa
lo dejó caer al suelo, se rompió en varios pedazos y puso su pie sobre el más
grande de todos ellos.
Entonces
el caballero se convirtió en una gallina y empezó a comer los pedazos del anillo.
En ese momento, el pedazo que estaba bajo el pie de la princesa empujó hacia
arriba y la princesa, al sentirlo, retiró el pie. Y resultó que el pedazo
grande se convirtió en un zorro y se comió a la gallina.
Y,
después de esto, el zorro volvió a tomar forma de hombre, que era Perico, y se
casó con la princesa y vivieron felices; y él se convirtió en el mago más
famoso de toda la región.
003. anonimo (españa)
Está algo triste supongo que así somos algunos jóvenes con nuestros maestros por lo que cambiamos de ser humanos a ser unos verdaderos animales. Ni hablar el más hábil y con la mirada fija en un objetivo lo logra. Ni hablar bien por ellos pero cuidado porque hay una mirada humilde buena y justa que también sabe actuar...
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