Una codorniz tenía su
nido en un arbusto. Después de vivir un tiempo allí, desapareció y nadie la
volvió a ver. Los vecinos creían que le había ocurrido algo malo. En el nido
abandonado, construyó su refugio un conejo, quien se quedó allí, feliz y contento,
durante más de un año.
Fue entonces cuando
volvió la codorniz y, al ver su nido ocupado, comenzó a chillar:
-¡Fuera de aquí, ladrón!
¡Fuera de mi casa!
-¿Tu casa? -repuso el
conejo. Si el que esta viviendo aquí soy yo, quiere decir que la casa es mía.
-¡Pero yo la he
construido!
Y el conejo:
-Y yo la he reparado y la
he dejado más bonita.
-¡Tengo pruebas de lo que
digo!
-También las tengo yo.
-Reclamaré ante el juez.
-Y yo también.
-Ya -se interrumpió la
codorniz, pensativa, pero ¿quién hará de juez entre nosotros dos?
-¿Quién, según tú?
Los vecinos aconsejaron:
-El gato montés que vive
más allá, en el hueco del árbol, en la linde del bosque.
La codorniz y el conejo
se fueron a ver al gato. Vivía en el tronco vacío de una vieja encina. Cuando
vio llegar a los dos litigantes, adivinó de qué se trataba. Colocó la cabeza
entre sus patas y adoptó una actitud meditabunda.
La codorniz se detuvo a
una respetuosa distancia, saludó y dijo:
-Perdona, gato sabio, si
interrumpimos tus meditaciones. Hemos venido a hacerte una consulta.
El conejo añadió:
-Hemos oído hablar de tu
sabiduría y de tu lucidez, y deseamos que juzgues nuestro caso.
Pero el gato sabio
sacudió la cabeza:
-Queridos míos, si
queréis algo de mí, tenéis que acercaros un poco más. Ya sabéis que soy viejo y
no oigo muy bien.
La codorniz y el conejo
se armaron de valor, se adelantaron unos pasos y volvieron a rogarle al gato
que hiciese de juez entre ellos dos. Pero el gato repitió:
-Más cerca, amigos, más
cerca. Ya os he dicho que estoy un poco sordo.
La codorniz y el conejo
se acercaron aún más y repitieron su petición por tercera vez. Pero el gato,
por tercera vez, maulló:
-Es inútil. Si no me
habláis al oído, no llego a comprender ni una sola palabra.
La codorniz y el conejo
se colocaron finalmente muy cerca y comenzaron a contarle su caso, hablándole
al oído.
En la mitad del relato,
el gato dio un salto, atrapó a la codorniz con sus uñas, al conejo con sus
dientes y, en sendos bocados, devoró a los dos litigantes.
La codorniz y el conejo
deberían haber tenido en cuenta que, frente a dos que discuten, quien se lo
pasa mejor es el tercero.
004. anonimo (india)
es muy bonito
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