El Sol y la Luna eran hermanos. El Sol tenía
mil hijos y la Luna, mil hijas. Los hijos del Sol paseaban todo el día con su
padre por el cielo y atormentaban a los hombres con sus rayos insoportablemente
calurosos. Las hijas de la Luna paseaban toda la noche con su madre por el
cielo y atormentaban a los hombres con sus rayos insoportablemente fríos. Y
así siguió siendo durante muchos años.
Una vez, sin embargo, como ya no podían más,
los hombres se dirigieron al Sol y a la Luna y les dijeron:
-Querido Sol, querida Luna, os queremos mucho
a ambos. Tu calor, Sol, hace madurar las plantas, y tú, Luna, nos das luz
cuando salimos a pescar de noche. Pero vuestros hijos nos atormentan. Ordena a
tus hijos, Sol, que dejen de quemarnos; y tú, Luna, impide que tus hijas nos
atormenten con tanto frío.
El Sol y la Luna se enfadaron con sus hijos y
sus hijas porque atormentaban a los hombres de ese modo. El Sol arrojó a sus
hijos al mar, donde se ahogaron todos. Al ver el destino de sus primos, las
hijas de la Luna le rogaron a su madre que las perdonase y le prometieron que
dejarían de atormentar a los hombres. La Luna las perdonó.
Desde aquella época, el Sol viaja por el cielo
solo, y la Luna, en cambio, siempre está rodeada de sus hijas, las estrellas. Y
las estrellas, como lo prometieron, ya no atormentan a los hombres con sus
rayos helados. Al menos, no como antes.
004. anonimo (india)
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