Vivieron hace tiempo, en
una pequeña aldea, un viejo y una vieja. El hombre tenía un pajarito por el
que sentía mucho afecto. Lo cuidaba, le daba de comer y beber, e intentaba que
tuviese una vida feliz.
Un día, el viejo tuvo que
irse de casa por una temporada. Antes de marcharse, le suplicó a su mujer que
diese regularmente de comer y beber a su pajarito. Pero la vieja se olvidó de
él y se ocupó sólo de sus asuntos.
Como debía hacer secar el
trigo, llenó una escudilla y la puso al sol en el alféizar de la ventana. Pasa
un día, pasan dos, pasan tres.
Finalmente el pájaro, que
se moría de hambre, comenzó a dar picotazos a las rejas de la jaula, se abrió
paso, escapó, corrió derecho hacia la escudilla y se comió el trigo.
Cuando la mujer se dio
cuenta de lo ocurrido, echó al pajarito fuera de casa. Después de un tiempo,
el viejo regresó y la mujer le dijo que el pajarito se había escapado. El
hombre se sintió muy mal y, cuando vio que el pajarito no volvía, decidió salir
a buscarlo por el bosque.
Rebuscó por todo el
bosque y finalmente lo vio en la parte más tupida. Le rogó que volviese con él,
pero el pájaro no quiso saber nada.
El hombre se quedó un
rato en el bosque en compañía del pajarito y, cuando estaba a punto de volver a
casa, el pájaro puso frente a él dos cestos -uno grande y pesado, el otro pequeño
y ligero- y le dijo que eligiese uno como regalo. El hombre dio las gracias al
pajarito:
-Si no puedo hacerte
cambiar de idea, dame el pequeño. El grande sería demasiado pesado para mí.
Cogió el cesto pequeño,
lo equilibró sobre su cabeza, dijo adiós al pajarito y volvió a casa por el
mismo camino.
En casa le contó todo a
su mujer y juntos decidieron mirar qué contenía el cesto. Lo abrieron y ¡vaya
sorpresa! estaba lleno de oro, plata y piedras preciosas.
La mujer, con los ojos
brillantes de codicia, gritó:
-Deprisa, viejo, dime
enseguida dónde puedo encontrar al pájaro. Seré más astuta que tú y cogeré el
cesto grande.
La mujer salió en busca
del pajarito. En cuanto lo encontró, empezó a hablar:
-Oh, mi querido pajarito,
hace mucho tiempo que te estoy buscando. He recorrido todo el bosque y por fin
he logrado encontrarte. Déjame, te lo ruego, un pequeño regalo de recuerdo.
El pájaro saludó
cortésmente a la mujer, como si hubiese olvidado su mala acción, y le propuso
también a ella que eligiese entre dos cestos: uno grande y pesado, el otro
pequeño y ligero.
La mujer, ávida, sin
vacilar un momento, cogió el cesto más grande y volvió deprisa a su casa, olvidándose
incluso de darle las gracias. En cuanto traspuso el umbral de la casa, abrió el
cesto e introdujo sus manos. Pero, en lugar de oro y piedras preciosas,
encontró allí serpientes y escorpiones que se retorcían intentando salir. La
vieja se asustó tanto que puso pies en polvorosa y huyó de casa. Y, por lo que
podemos saber, aún huye desesperada de aquí para allá, sin saber adónde ir.
Fuente: Gianni Rodari
004. anonimo (india)
No hay comentarios:
Publicar un comentario