Un
matrimonio de pastores tenía tres hijos y a los tres los querían por igual. Con
el tiempo, los tres niños se fueron haciendo mayores hasta que llegó un día en
que los dos mayores les dijeron a sus padres que se querían marchar de casa a
servir en algún lugar donde ver mundo y ganar dinero. Y el más pequeño dijo que
él también quería ir. Los padres se pusieron tristes porque de golpe se
quedaban solos sin sus tres hijos, pero tanto se empeñaron éstos que no
tuvieron más remedio que dejarlos marchar.
Se fueron
los hermanos y llegaron a un camino que se bifurcaba en tres direcciones, y se
dijeron entre sí:
‑Pues que
cada uno tome una dirección y dentro de un año nos volvemos a ver aquí.
Así lo
hicieron y cada uno se fue a correr aventuras por su cuenta. Y pasó el año y
llegó el día en que tenían que volver a reunirse los tres en la bifurcación de
caminos. Y, tal como habían quedado, los tres se encontraron allí.
El mayor
traía una bolsa mediana llena de dinero; el mediano, una bolsa pequeña llena de
dinero, que era lo que les habían pagado por servir en otras casas. Y el
pequeño traía tres manzanitas de oro, que le había dado la Virgen porque había estado
sirviéndola a ella; y la Virgen
le dijo:
‑Ya que
te vas, te doy tres manzanitas de oro, una para ti, otra para tu padre y la
otra para tu madre.
De modo
que cuando se encontraron en la bifurcación los tres se enseñaron unos a otros
lo que habían conseguido en ese año de trabajo. Y a los dos mayores les gustaron
tanto las manzanitas del pequeño que le pidieron una para cada uno.
El
pequeño les dijo que no, que él no deseaba lo de los otros y que ellos tampoco
debían querer lo suyo.
Entonces
le dijeron los hermanos, muy enfa-dados:
‑Pues
danos tus manzanitas o te matamos.
El
pequeño no se las quiso dar y los mayores se abalanzaron sobre él y le dieron
muerte, pero las manzanitas cayeron de sus manos ladera abajo y se perdieron
entre la maleza y no las pudieron coger. Entonces enterraron con fastidio al
pequeño y se marcharon a su casa.
Los
padres, cuando vieron llegar sólo a los dos mayores, les preguntaron por el
pequeño y ellos contestaron:
‑No
sabemos nada de él.
Quedamos en juntamos en un lugar al cabo de un año, pero él no apareció y
tuvimos que venimos.
Los
padres pensaron que quizá estaba a gusto donde estaba y que no volvería hasta
el próximo año.
El padre,
al día siguiente, se fue con el ganado para que pastase y estando en las
tierras de pasto vio una caña muy hermosa que le llamó la atención. La cortó y
se hizo con ella una flauta y vio que la flauta sonaba maravillosamente, así
que cuando llegó a casa se la mostró a su mujer y a los dos hijos y dijo:
‑Mirad
esta flauta que hay que ver lo bien que toca.
Y empezó
a tocar, y dijo la flauta:
‑Toca, toca,
padre mío,
mis
hermanos me mataron
por tres
manzanitas de oro
y al cabo
no me robaron.
El padre
quedó muy extrañado de lo que acababa de oír, pero luego no le dio importancia.
La madre, en cambio, quedó impresionada por el canto y le daba vueltas.
En esto,
uno de los hermanos la cogió para probarla y la flauta dijo esta vez:
‑Toca,
toca, hermano mío,
que
ayudaste a matarme
por tres
manzanitas de oro
y al cabo
no me robaste.
Entonces
la madre, que lo escuchó por segunda vez, dijo:
‑¡Ay,
Dios mío, que éstos me han matado al pequeño, que han matado a mi hijo!
Y dijo el
padre:
‑Calla,
mujer, que eso es un delirio que tú tienes.
Y dijo la
madre:
‑Pues
vuélvela a tocar tú, y piensa bien qué es lo que la flauta toca.
La cogió
el padre y tocó, y la flauta volvió a decir:
‑Toca,
toca, padre mío,
mis
hermanas me mataron
por tres
manzanitas de oro
y al cabo
no me robaron.
Entonces
el padre también se dio cuenta de lo que decía la flauta y cogió a los dos
hermanos y los apaleó hasta que declararon la verdad. Entonces
se marcharon a donde había cortado la caña el padre cuando pastoreaba al
ganado, y allí apareció su niño, y le salía la caña del corazón.
003. anonimo (españa)
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