Éste era un matrimonio
que eran muy pobres y no hallaban onde trabajar. Y el marido se fué a buscar
trabajo a otro pueblo y dejó a su mujer en cinta. Y la pobre mujer se puso de
lavandera. Y ya el marido ni escribió ni nada y la mujer creyó que ya no
volvía.
Y dió a luz un niño y con
el tiempo, el niño hizo estudios y estudió pa cura.
Y el marido estaba en la
casa de un buen amo y le sirvió por muchos años. Y ya después de veinte años de
servicio, le dijo a su amo que quería volver a su pueblo a ver a su mujer y a
su hijo, si acaso lo tenía. Y el amo entonces le dijo:
-¿Cómo no me has dicho
que tenías mujer? ¿Tienes también hijos?
Y contestó el hombre:
-Señor, no lo sé. Cuando
me marché, dejé a mi mujer en cinta y no sé si tengo hijo o no.
Y el amo entonces le
dijo:
-Pues muy bien me parece
que te vayas a ver a tu mujer.
Y sacó un pan y le dijo:
-Lleva este pan y lo
partes cuando tengas una alegría muy grande. Y además, te voy a dar tres
consejos: el primero, no te metas nunca por ningún atajo y vas siempre por tu
camino alante; el segundo, cuando llegues a una posada, nunca preguntes por lo
que no te importa; y el tercero, cuando se te ponga en la cabeza de hacer una
cosa mal hecha, piénsalo siempre tres veces.
Güeno, pues se despidió
de su amo y se marchó pa su pueblo. Y al poco de caminar, se encontró con tres
viajeros y le dijeron:
-¿Adónde va usté?
Y contestó él:
-Voy a tal lugar.
-Güeno, pues vamos todos
juntos -dijeron ellos.
Y ya dijo uno de ellos:
-Vamos a echar por esta
senda, que así llegaremos más pronto.
Y él dijo:
-No; yo voy por el camino
alante, y si llego primero, pediré la cena pa todos en la posada.
Y se marcharon aquéllos
por la senda y él por el camino alante. Y él llegó primero a la posada y le
dijo al posadero que preparara la comida pa cuatro, que los otros llegarían
dentro de poco.
Y estaba él calentándose
en la lumbre, cuando llegaron aquellos tres corriendo y le dijieron:
-Muy bien hizo usté en no
ir por la senda, que han salido unos bandoleros y nos han quitao todo el dinero
que traíamos.
Conque ya dijo él:
-Me ha salido bien el
primer consejo que me dió mi amo.
Y ya comieron todos y él
pagó la cuenta.
Y otro día almorzaron y
se marcharon. Y por la tarde, llegó él ya solo a otra posada y pidió posada por
la noche y le dijieron que entrara. Y entró y le dieron de comer. Y después de
comer, preguntó:
-¿Ónde me van a dar
ustedes una cama pa dormir?
Y el dueño le dijo:
-Ai puede usté dormir en
una banca.
Y él, sin decir nada, se
tumbó a dormir en una banca.
Y a media noche, salió el
mesonero con un hombre que no era más que los güesos de flaco y le dió de comer
en una calavera y de beber en otra. Y aquél sólo miraba y callaba porque se
acordaba del segundo consejo de su amo.
Y ya le preguntó el
mesonero:
-¿Estás durmiendo?
-No, señor -contestó el
hombre.
-¿Has visto lo que he
traído a la habitación?
-Sí, señor, he visto
todo.
-¿Por qué no has
preguntao nada?
-Porque lo que no me va
ni me viene no pregunto.
Y ya le dijo el mesonero:
-Pues ahora le voy a
contar a usté una historia. Aquí recogemos a todos los pobres siempre. Y los
que preguntan por qué traigo a ese anciano flaco a darle de comer en una
calavera y de beber en otra, los matamos y los echamos en esa cueva.
Y entonces le enseñó una
cueva llena de muertos.
Y aquél estaba que ya
deseaba haberse escapao de allí. Y ya llegó la mañana y le dieron el almuerzo y
le dio las gracias al mesonero y se marchó.
Llegó su pueblo y
preguntó por su mujer. Y le dijieron:
-Allí vive esa mujer en
la casa del señor cura.
Y ya él dijo:
-Pero, ¿cómo es que mi
mujer vive en la casa del cura?
Y llegó y pidió posada y
le dijieron que entrara. Y por la noche lo llamaron a cenar y cenó. Y como no le
conocían, nada decía.
Y ya después de cenar, se
fueron a acostar. Y su mujer y el cura se salieron por una puerta y él dice:
-¡Toma! ¡Si mi mujer se
va con el cura!
Y le dieron tentaciones
de entrar y matarlos a los dos si los hallaba. Pero se acordó del tercer
consejo de su amo y dijo:
-No; voy a dormir a mi
cama.
Pero no podía dormir y se
levantó a los pocos momentos y dijo:
-No; voy a buscarlos pa
matarlos.
Pero otra vez se acordó
del consejo y se acostó otra vez.
Y ya estuvo durmiendo un
rato, cuando de repente despertó y dijo:
-¡Ahora sí los voy a
matar!
Y se levantó y ya iba a
buscarlos, cuando dijo:
-No, que me dijo mi amo
que lo pensara tres veces antes de hacer una cosa mala.
Y se acostó otra vez. Y
ya se durmió y cuando despertó, ya era otro día. Y se levantó y fué al comedor
y oyó a su mujer que le decía al cura:
-Siéntate, hijo, a comer,
que ya está el almuerzo.
Y el cura le dijo, al
verlo:
-Venga a comer, señor.
Y entonces el padre
abrazó a su hijo y le dijo:
-Yo soy tu padre.
Y a su mujer le dijo:
-Yo soy tu marido.
Y ya les contó todo lo
que le había pasao en el camino y le dió a su mujer el pan que le había dao el
amo pa que lo partiera cuando tuviera una alegría muy grande. Y lo partió su
mujer y cayeron al suelo muchísimas monedas de oro.
17. Cuento popular
17. Cuento popular
Fuente:
Aurelio M Espinosa
003. España
No hay comentarios:
Publicar un comentario