Había una mujer
que tenía un niño precioso y un rey que tenía una niña que era muy bella. Pero
resultó que el rey quería también tener un niño, así que fue a ver a la mujer y
le dijo que se lo diera y la mujer, claro, se negó. El rey se puso furioso y lo
primero que hizo al volver al palacio fue decir que mataran a todos los niños;
y la mujer, que se enteró, cogió a su hijo, lo metió en una cestita de mimbre
disimulada con unos ramajes y lo echó al río para que los guardias del rey no
lo encontraran. Y allá se fue río abajo hasta que encalló en la orilla de un
molino.
Los molineros fueron a ver y
como era un niño les dio mucha pena dejarlo seguir la corriente y se lo
quedaron. Y el niño se fue criando con ellos.
Un día, el rey, que estaba
recorriendo sus tierras, llegó hasta el molino y salieron los molineros con su
hijo a recibirlo; en cuanto lo vio, reconoció al niño. Entonces le dio una
carta y le dijo que era para la princesa y que fuera él mismo a entregársela.
El chico dijo que iría y en seguida se puso en camino mientras el rey
continuaba su visita por esa y por otras tierras que tenía.
La primera noche que pasó el
chico, estando de camino, fue en casa de unos ladrones, pero él no lo sabía. Se
echó a dormir tan tranquilo y, aprovechando su sueño, los ladrones le robaron
la carta y la abrieron: entonces vieron que en ella ponía que mataran al que la
llevaba en cuanto llegase a palacio. Los ladrones, al ver esto, le cambiaron la
carta por otra sin que él se diera cuenta y en ésta se decía que el portador
debería casarse con la princesa. Al día siguiente el chico llegó a palacio,
entregó la carta y, como era una orden del rey, pues se casó con la princesa.
Naturalmente, cuando el rey
volvió de recorrer sus tierras y vio lo que había sucedido en su ausencia se
puso aún más furioso, pero ya nada podía hacer porque se habían casado.
Entonces ideó que si el chico quería seguir conviviendo con la princesa, para
merecerla le tendría que traer a él tres pelos del diablo.
El chico se puso en marcha sin
saber a ciencia cierta dónde vivía el diablo; e iba por un camino cuando se
encontró a unos hombres junto a una fuente, que le preguntaron qué había que
hacer para que aquella fuente manase oro, pues antes lo daba y ahora no. El
chico, que era prudente, les dijo que a la vuelta de su encargo se lo diría.
Más adelante encontró a otros
señores al pie de un árbol, que le preguntaron qué había que hacer para que
aquel árbol diera las manzanas de oro que antes daba y ahora no. Y él les dijo
lo mismo, que a la vuelta se lo diría.
Por fin llegó a un río y pidió
al barquero que lo trasladase a la otra orilla; el barquero, en el viaje, le
preguntó qué tendría que hacer para dejar de ser barquero, porque estaba harto
de aquel oficio. Y el chico respondió una vez más que a la vuelta se lo diría.
En esto que, preguntando y
preguntando, dio con la casa del diablo y llamó a la puerta. Le abrió una
mujer y el chico le dijo que venía a buscar tres pelos del diablo. Al oír esto,
la mujer, que era la mujer del diablo, le dijo:
‑Pero ¡cómo te has atrevido a
venir aquí! ¡Si el diablo se entera de que has venido, te matará!
El chico no se arredraba e
insistió hasta que ella le dijo:
‑Bueno, está bien, pues quédate
escondido ahí fuera hasta que el diablo venga y se duerma y entonces yo le
sacaré los tres pelos.
Y dijo el chico:
‑Pero es que también necesito
que me responda a tres preguntas.
‑¿Y qué preguntas son ésas? ‑dijo
la mujer. Entonces
el chico le contó las tres preguntas que le habían hecho por el camino y ella
le prometió que lo averiguaría.
A la noche llegó el diablo muy
cansado y en cuanto cenó se fue a acostar y la mujer con él. Cuando dormía
profundamente, ella le tiró de un pelo y el diablo se despertó, pero la mujer
le contó que estaba soñando. El diablo le preguntó qué soñaba y ella le dijo
que había unos hombres junto a una fuente y no sabían qué hacer para que la
fuente manase oro. Y dijo el diablo que eso era porque había un ratón en el
caño y lo tenían que sacar.
La mujer esperó a que se
durmiese de nuevo y con todo cuidado le sacó otro pelo, pero el diablo lo
sintió y se despertó muy enfadado. Ella le dijo que estaba soñando otra vez y
que había sido por eso; él le preguntó qué soñaba y ella le dijo que había unos
señores al pie de un árbol pensando qué tendrían que hacer para que el árbol
volviera a dar manzanas de oro. Y dijo el diablo que primero tendrían que
quitar una lombriz que había en las raíces.
Volvió a dormirse el diablo y la
mujer le sacó el tercer pelo. Esta vez sí que se enfadó de veras el diablo y
quería matarla, pero ella le volvió a decir que sólo estaba soñando; y el
diablo, que le dijera qué soñaba esta vez. Ella le dijo que era un barquero que
no sabía qué hacer para dejar de ser barquero y el diablo le dijo que
entregara los remos al primero que entrara en el barco. Entonces la mujer le
dijo que ya estaba tranquilo y que no soñaría más, y en cuanto el diablo se
durmió, salió a la puerta de la casa y le dio los tres pelos y las tres
respuestas al chico.
Se fue el chico con los tres
pelos del diablo. Y llegó donde estaba el barquero para que le pasase otra vez
el río; y le dijo el barquero:
‑¿Me hiciste el recado que te
dije?
Y dijo el chico, que era listo:
‑Pues no, que no me acordé.
Conque le pasó el barquero a la
otra orilla y, cuando desembarcó, le dijo el chico:
‑Ahora me acuerdo de que sí lo
pregunté. Lo que tiene usted que hacer es poner los remos en las manos al
primero que pase.
El barquero, agradecido, le dio
un burro cargado de oro y el chico siguió su camino de vuelta. Encontró a los
señores que estaban al pie del árbol, que seguían allí, y les dijo:
‑Pues han de mirar ustedes en
las raíces, porque hay una lombriz en ellas que tienen que sacar para que el
árbol dé fruto otra vez.
Así lo hicieron y las ramas del
árbol se llena-ron de manzanas de oro y, muy agradecidos, le dieron al chico
otro burro cargado de oro y con éste ya llevaba dos.
Más adelante se encontró a los
hombres que estaban junto a la fuente, que seguían allí, y les dijo:
‑Miren ustedes en el caño,
porque hay un ratón ahí metido y lo tienen que sacar.
Así lo hicieron y la fuente
empezó a manar oro y, muy agradecidos, le dieron al chico otro burro cargado
de oro y con éste ya fueron tres. Y con los tres se presentó en palacio y le
entregó al rey los tres pelos del diablo. Pero el rey, que vio toda aquella
carga de oro que traía, le dijo que de dónde la había sacado; y el chico le
dijo:
‑Del otro lado del río.
Cogió el rey todos los caballos
que pudo encontrar y se fue a la orilla del río, y como le habían dicho al
barquero que al primero que viniera le entregase los remos, pues se los entregó
al rey y quedó libre de ser barquero. Y el rey se quedó aferrado a los remos y
allí sigue, sin saber cómo librarse del encantamiento.
003. anonimo (españa)
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