Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 7 de agosto de 2012

Los dones de la caridad


Había una vez en una aldea dos mujeres que vivían en casas ve­cinas. Una era rica y avara; la otra era capaz de compartir todo lo que tenía, a pesar de ser más pobre que una rata.
Un día llegó a la aldea un viejo mendigo y le pidió a la mu­jer rica, por caridad, un trozo de pan. Pero ella lo echó a gritos:
-¡Vete con los que son como tú! No tengo nada para darte.
El mendigo fue a la casa de la mujer pobre, quien lo invitó a entrar y le dio la barra de pan que estaba preparando para la co­mida de sus hijos.
-Lo que tengo, te lo doy -dijo-. No es mucho, pero no ten­go más.
El mendigo le dio amablemente las gracias y se marchó di­ciendo:
-¡Dios te bendiga! ¡Lo que comiences a hacer ahora, segui­rás haciéndolo hasta la puesta del sol!
Cuando el viejo se marchó, la mujer se puso a pensar qué les daría de comer a sus hijos. Ya no tenía patatas y la última barra de pan se la había dado al mendigo. Sólo tenía unos metros de tela con la que pensaba hacer unas camisas para los niños. Pero, como no se puede vivir sin comer, decidió vender aquella tela para comprar pan.
Cogió el rollo de tela y comenzó a medirla. Y, mientras me­día, se daba cuenta de que la tela no terminaba nunca. Se pasó midiendo hasta el anochecer y llegó a contar varios miles de metros. Se acordó entonces de las palabras del mendigo y com­prendió que la había recompensado con creces.
La pobre mujer cogió la tela, fue a venderla a la feria y, con la ganancia obtenida, compró dos vacas, una parcela de tierra y un pequeño prado y, aun así, le sobró dinero. Pudo vivir tranquila con sus niños y agradeció al mendigo la aguda que le había dado.
Cuando la vecina rica se enteró de lo ocurrido, se arrepintió por haber echado al mendigo.
Pasó un año y, un buen día, reapareció en la aldea el viejo mendigo. La mujer rica, en cuanto lo vio, lo invitó a entrar en su casa y le ofreció lo mejor que tenía. El mendigo comió hasta la saciedad, se lo agradeció y se marchó diciendo:
-¡Dios te bendiga! Lo que comiences a hacer ahora, seguirás haciéndolo hasta la puesta del sol.
La mujer ya había preparado un retal y decidió comenzar inmediatamente a medirlo. Pero en ese momento entró en la casa una gallina y la mujer intentó ahuyentarla. Pero fue en vano, porque la gallina siempre lograba escapar. La persiguió durante todo el día.
Sólo logró atraparla al anochecer.                

Fuente: Gianni Rodari

125. anonimo (polonia)

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