Erase un mozalbete que se divertía
fastidiando a los demás, especialmente a los que no podían defenderse.
Si entraba en un corral le
arrancaba las plumas al gallo, gozándose al escuchar sus lamentos; si veía a un
perro lo apedreaba sin compasión, y al gato de su abuelita le había arrancado
los bigotes.
Si encontraba a un niño menor que
él, le daba bofetadas.
Todos le afeaban su conducta y el
chico respondía con una risa insolente.
Una noche que regresaba a su casa
después de visitar a sus abuelos, donde había obtenido unas monedas para sus
caprichos, le asaltó un ladrón. El muchacho defendió su dinero y el ladrón le
dio una tanda de palos antes de arrancárselo, y no contento con la hazaña, le
despojó de su traje y de sus zapatos, nuevos.
Llorando y muerto de frío, el chico
perverso llegó a su casa. Sin embargo, el trato recibido debió de hacerle
reflexionar, pues nunca más maltrató ni a los menores ni a los indefensos
animales.
999. anonimo
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