Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 7 de agosto de 2012

El molinero y el hombre de agua


Había una vez un aprendiz de molinero, ni viejo ni joven, que iba de molino en molino. En todas partes lo recibían de buen grado, pero en ningún sitio se quedaba mucho tiempo.
Un día, llegó a un molino y el molinero lo saludó desde la escalera:
-Me alegra que hayas venido. Justamente necesito un aprendiz. No doy abasto.
-¿No tienes a nadie que te ayude?
-A nadie, amigo. Debo hacerlo todo solo con mi mujer y mi hija. Nadie se queda conmigo porque todos los días, a medianoche, viene el hombre de agua a escupir en mi molino.
-Yo no le tengo miedo al hombre de agua -dijo el aprendiz, y se declaró dispuesto a quedarse allí y ayudar al molinero.
Por la noche, se tumbó en un banco cerca de la rueda del molino. Al llegar la medianoche, oyó que llamaban a la puerta. El aprendiz se despertó g preguntó:
-¿Quién es?
Nadie respondió y, a pesar de ello, volvieron a golpear la puerta.
-He preguntado quién es -gritó el aprendiz.
No hubo respuesta tampoco esta vez, pero alguien insistía en llamar a la puerta. Entonces el aprendiz, irritado, dijo:
-Quienquiera que seas, acaba de golpear y entra.
La puerta se abrió y apareció un hombrecillo con ojos de rana vestido con un frac rojo, de cugos faldones se escurría agua en abundancia.
-Es el hombre de agua, debería habérmelo imaginado -refunfuñó el aprendiz y, volviéndose hacia el otro lado, simuló que dormía.
-¿No me tienes miedo? -preguntó el hombre de agua sorprendido.
-¿Y por qué debería tenerte miedo? Estog en un sitio seco y tú no puedes hacerme nada. Así que déjame en paz, porque quiero dormir.
-Vale -dijo el hombre croando y rascándose la oreja. No te puedo hacer nada porque estás en lugar seco. Pero no te dejaré dormir.
En efecto, se sentó en el banco junto al aprendiz y comenzó a cantar. Tenía la voz propia de las ranas y el canto resultaba insoportable. El aprendiz de molinero soltó un bufido, sacó el violín y se puso a tocar.
El hombre de agua dijo:
-¿Sabes que tocas francamente bien? Déjame probar a mí.
El aprendiz le entregó el violín, pero el hombre de agua sólo consiguió sacar del instrumento unos rasgueos espantosos. Era peor que oírlo cantar.
-Dámelo -gritó el aprendiz de molinero. Serías capaz de romper-me los tímpanos. Tienes los dedos como los de las ranas, nunca aprenderás a tocar el violín.
Pero el hombre de agua le rogó al muchacho que le enseñase a tocar e intentara alargar un poco sus dedos de rana, demasiado cortos. El aprendiz miró a su alrededor, vio en un rincón una prensa y se le ocurrió una idea.
-De acuerdo, hagamos la prueba. Mete los dedos en esa prensa y cierra los ojos.
El hombre de agua metió los dedos en la prensa, cerró los ojos y el aprendiz giró la manivela para ajustar la máquina.
-¡Ay, ay! -chilló el hombre de agua, ya que la prensa le comprimía los dedos hasta hacerle crujir los huesos. Por favor, basta, me duele mucho. Ya no tengo ganas de aprender a tocar el violín.
-De acuerdo -dijo entonces el aprendiz. Te dejo ir, pero ten mucho cuidado de volver al molino porque, de otro modo, trituraré tus patas de rana y las haré papilla.
Aflojó la presión de la prensa y dejó libre al hombre de agua, que enseguida fue a zambullirse al arroyo y no se dejó ver nunca más por el molino.
El molinero no cabía en sí de contento, ni sabía cómo demostrar su reconocimiento al aprendiz, hasta que decidió darle a su única hija como esposa. Poco tiempo después, el aprendiz fue al arroyo y, de repente, vio al hombre de agua sentado en el puente.
-Espera, espera, muchacho -gritó el hombre de agua. Esta vez no te me escaparás. Te tiraré al agua y todo habrá acabado para ti.
Pero el aprendiz de molinero se echó a reír:
-¿Y a mí qué me importa? Cuando esté bajo el agua, te enseñaré a tocar el violín.
Al oírlo hablar del violín, el hombre de agua se quedó muerto del susto, se zambulló en el arroyo y nadie ha vuelto a oír hablar de él. Tal vez se ha ido a vivir a otro país.

125. anonimo (polonia)

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