Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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martes, 7 de agosto de 2012

La cabra con el cascabel de plata


Una cabrita recibió como regalo de su amo un cascabel de plata. El precioso cascabel relucía y tintineaba que era un primor. La cabrita iba de un lado al otro para hacerse ver. Corría, saltaba, sacudía la cabeza para que tintineara el cascabel. Llegó al bos­que y se encontró frente a un seto de espinos. La cabrita intentó pasar al otro lado, pero el cascabel se trabó en un espino y allí quedó enganchado. Entonces la cabra le suplicó al seto:
-Espino, no seas cruel, devuélveme el cascabel.
El seto respondió:
-Fuiste tú quien lo dejó enganchado. Quitarlo corre por tu cuenta.
-Feo, antipático, me las pagarás -dijo la cabra y acudió a pe­dirle auxilio a una vieja sierra. Sierra, querida sierra, ayúdame tú. El seto se ha quedado con mi cascabel y no me lo quiere dar. Ven y córtalo.
-Ay, cabrita, soy muy vieja yya no tengo dientes. No puedo cortar el seto.
-Fea, antipática, me las pagarás -chilló la cabrita y fue en busca del fuego. Fuego, fueguito, ayúdame tú. El seto se ha quedado con mi cascabel y no me lo quiere dar. He acudido a la vieja sierra y le he pedido que le dé un corte al seto, pero no lo quiere cortar, dice que ya no tiene dientes. ¡Ven y quema la sierra!
-¿Por qué habría de quemarla? Es verdad que qa no tiene dientes. No la quemaré, ni lo pienses.
-Feo, antipático, me las pagarás -se enojó la cabrita y fue a hablar con el agua. Agua, agüita querida, ayúdame tú. El seto se ha quedado con mi cascabel y no me lo quiere dar. He acudi­do a la vieja sierra y le he pedido que le dé un corte al seto, pero no lo quiere cortar, dice que ya no tiene dientes. He ido a ver al fuego y le he rogado que queme la sierra, pero no la quiere que­mar, dice que la sierra tiene razón. ¡Hazme el favor, apaga el fuego!
-¿Por qué habría de apagarlo si se niega a quemar a la pobre sierra! Hace bien en no quemarla y yo no lo apagaré.
-Fea, antipática, me las pagarás -chilló la cabrita y fue a ha­blar con unos bueyes. Bueyes, queridos bueyes, ayudadme vo­sotros. El seto se ha quedado con mi cascabel y no me lo quiere dar. He acudido a la vieja sierra y le he pedido que le dé un cor­te al seto, pero no lo quiere cortar, dice que ya no tiene dientes. He ido a ver al fuego y le he rogado que queme la sierra, pero no la quiere quemar, dice que la sierra tiene razón. He acudido al agua y le he rogado que apague el fuego, pero no lo quiere apa­gar, dice que el fuego ha hecho bien. ¡Bebed esa agua, amigos!
-El agua tiene razón -respondieron los bueyes. No la bebe­remos.
-Feos, antipáticos, me las pagaréis -chilló la cabrita y fue en busca del lobo. Lobo, querido lobito, ayúdame tú. El seto se ha quedado con mi cascabel y no me lo quiere dar. He acudido a la vieja sierra y le he pedido que le dé un corte al seto, pero no lo quiere cortar, dice que ya no tiene dientes. He ido a ver al fuego y le he rogado que queme la sierra, pero no la quiere quemar, dice que la sierra tiene razón. He acudido al agua y le he rogado que apague el fuego, pero no lo quiere apagar, dice que el fuego ha hecho bien. He hablado con los bueyes y les he pedido que beban el agua pero no la quieren beber, dicen que el agua tiene razón. ¡Cómete a esos bueyes, lobo!
-No tengo la menor intención, no tengo hambre -respondió el lobo. Y además no quiero meterme con los bueyes porque son capaces de atravesarme con sus cuernos. Vete, si no te co­meré a ti.
-Feo, antipático, me las pagarás -gritó la cabra y fue a ha­blar con la escopeta. Escopeta, escopetita, agúdame tú. El seto se ha quedado con mi cascabel y no me lo quiere dar. He acudi­do a la vieja sierra y le he pedido que le dé un corte al seto, pero no lo quiere cortar, dice que Ija no tiene dientes. He ido a ver al fuego y le he rogado que queme la sierra, pero no la quiere que­mar, dice que la sierra tiene razón. He acudido al agua y le he rogado que apague el fuego, pero no lo quiere apagar, dice que el fuego ha hecho bien. He hablado con los bueyes y les he pedi­do que beban el agua pero no la quieren beber, dicen que el agua tiene razón. Después le he rogado al lobo que se coma a los bue­yes pero me ha dicho: vete ya o te como a ti. ¡Mata a ese lobo, escopeta!
-No puedo -respondió la escopeta. No estoy cargada.
-Fea, antipática, me las pagarás -chilló la cabrita y acudió a los ratones. Ratones, queridos ratoncitos, ayudadme vosotros. El seto se ha quedado con mi cascabel y no me lo quiere dar. He acudido a la vieja sierra y le he pedido que le dé un corte al seto, pero no lo quiere cortar, dice que ya no tiene dientes. He ido a ver al fuego y le he rogado que queme la sierra, pero no la quiere quemar, dice que la sierra tiene razón. He acudido al agua y le he rogado que apague el fuego, pero no lo quiere apagar, dice que el fuego ha hecho bien. He hablado con los bueyes y les he pedido que beban el agua pero no la quieren beber, dicen que el agua tiene razón. Después le he rogado al lobo que se coma a los bueyes pero me ha dicho: vete ya o te como a ti. He ido a hablar con la escopeta y le he pedido que mate al lobo, pero ella no quiere, dice que no está cargada. ¡Ratones, roed la escopeta!
-No la roeremos en absoluto -respondieron los ratones. La escopeta es de hierro y se nos romperían los dientes.
-Feos, antipáticos, me las pagaréis -gritó la cabrita y fue a ver al gato. Gato, querido gatito, ayúdame tú. El seto se ha quedado con mi cascabel y no me lo quiere dar. He acudido a la vieja sierra y le he pedido que le dé un corte al seto, pero no lo quiere cortar, dice que ya no tiene dientes. He ido a ver al fuego y le he rogado que queme la sierra, pero no la quiere quemar, dice que la sierra tiene razón. He acudido al agua y le he rogado que apague el fuego, pero no lo quiere apagar, dice que el fuego ha hecho bien. He hablado con los bueyes y les he pedido que beban el agua pero no la quieren beber, dicen que el agua tiene razón. Después le he rogado al lobo que se coma a los bueyes pero me ha dicho: vete ya o te como a ti. He ido a hablar con la escopeta y le he pedido que mate al lobo, pero ella no quiere, dice que no está cargada. Entonces les he rogado a los ratones que roan la escopeta, pero no quieren hacerlo porque tienen miedo de que se les rompan los dientes. ¡Gato, caza a todos esos ratones!
-No, no los cazaré -respondió el gato. Por ti no moveré ni la cola. ¿Cuántas veces has querido hacerme daño con tus cuer­nos? Arréglatelas sola.
-Feo, antipático, me las pagarás -chilló la cabrita y fue a ver al campesino. Campesino, sé bueno, ayúdame tú. El seto se ha quedado con mi cascabel y no me lo quiere dar. He acudido a la vieja sierra y le he pedido que le dé un corte al seto, pero no lo quiere cortar, dice que ya no tiene dientes. He ido a ver al fuego y le he rogado que queme la sierra, pero no la quiere quemar, dice que la sierra tiene razón. He acudido al agua y le he rogado que apague el fuego, pero no lo quiere apagar, dice que el fuego ha hecho bien. He hablado con los bueyes y les he pedido que beban el agua pero no la quieren beber, dicen que el agua tiene razón. Después le he rogado al lobo que se coma a los bueyes pero me ha dicho: vete ya o te como a ti. He ido a hablar con la escopeta y le he pedido que mate al lobo, pero ella no quiere, dice que no está cargada. Entonces les he rogado a los ratones que roan la escopeta, pero no quieren hacerlo porque tienen miedo de que se les rompan los dientes. Y cuando he hablado con el gato y le he pedido que cace a los ratones, me ha dicho que no quiere mover ni la cola para ayudarme, dice que he in­tentado un montón de veces hacerle daño con los cuernos. ¡Ven, por favor, dale una paliza al gato!
Pero el campesino se rió:
-Tontorrona, ¿por qué le iba a dar una paliza al gato? Va­mos, yo recuperaré el cascabel de plata.
Así lo hizo. Recogió el cascabel, pensó un momento q final­mente le dijo a la cabra:
-La culpa es toda tuya. Nadie te ha hecho daño, pero tú quie­res hacerles daño a todos. En castigo ya no te daré el cascabel.
Y, en efecto, no se lo dio. La cabra, con mucha rabia, se fue al prado, saltó, sacudió la cabeza, pero ya no hubo tintineos. El campesino había colgado el cascabel de un clavo en el establo.

126. anonimo (rumania)

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