Erase una niña holgazana que se
pasaba las horas sin hacer nada. Una tarde en que, como de costumbre, estaba
perdiendo el tiempo, suspiró y dijo:
-¡Ay!, si de verdad existieran las
hadas, les pediría un talismán mágico y el talismán haría las cosas por mí.
-Pues mira, a mí tres desconocidas
que quizás fueran hadas, me regalaron, cuando era como tú, tres talismanes
mágicos -le dijo la abuela.
-¡Préstamelos, abuelita!
-Son unos talismanes que no lo
parecen -explicó la anciana. Son un dedal que te ayudará a coser sin que te
pinches el dedo, un lápiz que se mueve casi solo y hace los deberes y unas
gafas que permiten leer y aprender las lecciones de memoria. Te los prestaré.
La niña se puso las gafas, tomó el
lápiz y comenzó su tarea igual que si un hada guiase su mano. Y cuando terminó
los deberes, con ayuda de las gafas, aprendió sus lecciones y luego, con el
dedal mágico cosió el dobladillo de su vestido.
-Si tuviese para siempre estos
talismanes... -suspiró.
-Tienes uno que supera a los demás:
la voluntad -dijo la abuelita. Con voluntad se logra cuanto se desea.
999. Anonimo,
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