Hace mucho, mucho tiempo,
vivía un anciano en un pueblo.
El nació con un chichón en la
mejilla del cual no se preocupaba para nada.
Era muy optimista.
En el mismo pueblo vivía otro
anciano que también tenía un chichón en la mejilla, pero éste siempre paraba
enfadado porque se acomplejaba de su defecto.
Un día el anciano optimista
fue a cortar leña al bosque, pasado un momento empezó a llover y decidió
descansar un poco. Durmió profundamente pero se despertó al oir un ruido
extraño en plena noche.
Se sorprendió mucho al ver a
unos demonios celebrando una fiesta muy cerca de ahí.
Estaban armando un gran
alboroto cantando, bebiendo y bailando.
El anciano al comienzo tenía
mucho miedo por lo que decidió seguir viendo a escondidas, pero no pudo
contener sus ganas de bailar pues le parecía muy agradable todo aquello.
Los demonios se sorprendieron
al verlo pero continuaron bailando porque su danza era muy interesante.
Pasaron un rato agradable
hasta que cantó el primer gallo.
El jefe de los demonios dijo:
"Ya tenemos que volver a casa. Me gusta mucho tu danza por eso esta noche
también ven. Voy a tomar tu chichón y si vienes esta noche te lo
devolveré."
El anciano se quedó sin su
chichón, ¡ni rastros de el! Los demonios pensaban que al anciano le gustaba su
chichón y por ello regresaría, pero en realidad éste estaba muy contento sin
él.
Cuando el anciano regresó al
pueblo contó todo lo sucedido al otro anciano.
Este último lo veía con una
mirada de envidia y dijo: "¡Voy a ir esta noche!"
Esa noche empezó nuevamente
la fiesta.
Este anciano, por ser una
persona sombría, no se encontraba a gusto y no pudo bailar, en realidad
detestaba el baile.
Al verlo, poco a poco los
demonios empezaban a disgustarse.
El jefe de los demonios le
dijo: "¡Te voy a devolver tu chichón y vete inmediatamente!"
De esta manera, este anciano
se quedó para siempre con los dos chichones por ser estrecho de espíritu y de
corazón.
¡Y colorín colorado, este
cuento se ha acabado!
999. Anonimo,
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