En tiempos muy remotos,
existió un reino cuyo territorio estaba rodeado de altas montañas. Su rey
estaba muy triste pues no tenía hijos y las adulaciones de sus cortesanos no le
hacían ninguna gracia.
Un día oyó hablar de un
bondadoso y listo pastorcillo que no sólo cuidaba bien su rebaño, sino que
además tocaba la flauta como un ángel.
Y el rey se montó en su
dorada carroza forrada de raso y ordenó a sus lacayos:
-Quiero conocer al
zagalillo de la flauta. Vosotros sabréis por dónde llevarme.
-Conocemos el lugar
donde pasta su rebaño, Majestad -le contestó un lacayo.
Al llegar al lugar donde
el chico tocaba su flauta, el rey le observó con curiosidad. Le gustó su
semblante vivaz y el respeto con que se puso en pie al verle.
Y entonces el rey
bajando de su carroza se acercó al zagalillo y le habló. De aquella
conversación iba a surgir un buen entendimiento, como pronto veremos.
999. Anonimo,
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