Un joven pastor de apenas quince
años, regresaba una tarde del mercado, donde había vendido sus ovejas y,
cansado, se sentó en el brocal de un pozo. Vio acercarse a un hombre y
comprendió que iba con intención de robarle, pues seguramente había presenciado
la venta de sus ovejas.
El joven pastor empezó a llorar y
el ladrón le preguntó:
-¿Puede saberse qué es lo que te
pasa?
-¡Pobre de mí, cuando llegue a mi
casa sin el dinero! He ido al mercado a vender mis ovejas y ahora, mientras
estaba sentado aquí, descansando, se me ha caído al pozo la bolsa con el dinero
y no sé cómo recuperarla.
-Si no es más que eso, yo bajaré al
pozo. Luego, cuando pasemos por el pueblo, me invitas a un trago de vino y en
paz.
El muchacho se dio cuenta que
trataba de engañarle, pero fingió creerle. Se quitó el ladrón la ropa para
luego encontrarla seca y bajó por el brocal. El pastor cogió la ropa del ladrón
y se fue corriendo para que no pudiera perseguirle.
Y efectivamente el ladrón pasó un
buen rato buscando en el fondo del pozo y cuando llamó y nadie le contestó se
dio cuenta del engaño y a duras penas pudo escalar el brocal y permaneció
desnudo escondido tras un tronco de un árbol hasta que pasaron unos mercaderes
y le prestaron una manta.
999. Anonimo,
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