La Reina tuvo un hijo y su Hada Madrina le dijo:
‑Perderás al Príncipe por un trozo de cielo.
Para no perderle, la Reina le encerró en un cuarto sin ventana; así nunca
vería el cielo.
El muchacho creció sin conocer la luz del día ni el azul del cielo, pero
cuando era ya un joven apuesto, un día entró a servirle la comida una doncella
y al verla exclamó:
‑¡Contigo quiero casarme, pues nunca he encontrado unos ojos tan bobitos,
con ese color azul!
Le dijo á la Reina que se quería casar y ella llamó al hada para
preguntarle qué se debía hacer.
‑De nada te ha valido encerrar a tu hijo ‑dijo el hacla. Te dije que le
perderías por un trozo de cielo y así va a ser; los ojos de tu doncella, azules
como un pedazo de cielo, le han enamorado. Déjales casarse, pues serán felices.
Y así fue cómo la Reina perdió a su hijo, pero él no se perdió, sino que
vivió muy contento con su mujer, que tenía los ojos más azules que jamás se han
podido encontrar.
999. Anonimo,
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