Un sastre muy pillo llegó a la
Corte y le dijo al Rey:
‑Hago trajes muy especiales, con una tela que sólo los listos pueden ver,
pues trabajo con telas mágicas.
El Rey era muy vanidoso y quiso un traje de aquéllos. El sastre se puso a
hacer como que trabajaba, y a los dos días el Rey fue a la sastrería para
probarse el nuevo vestido. Pero se miró al espejo y se vio desnudo.
‑Si se enteran de que no lo veo, me perderán el respeto, pues creerán que
soy tonto ‑pensó y no se atrevió a decir nada.
Sus ministros, que tampoco lo veían, pensaron lo mismo, pero alabaron mucho
la tela para que no les quitase el cargo.
‑¡Maravilloso! ¡Fantástico! ‑exclamaban todos, para no pasar por tontos.
Así que el Rey decidió salir con el traje a la calle para que le vieran todos
sus súbditos.
Celebró un gran desfile, y se colocó a la cabeza de él. Nadie decía la
verdad, hasta que un niño gritó:
‑¡Anda, pero si el Rey va en paños menores!
La gente se echó a reír, el Rey se avergonzó y el falso sastre fue
expulsado del Reino. ¡Todos aprendieron la lección!
999. Anonimo,
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