Eranse cinco chinitos, los cinco
completamente iguales. Kam, el mayor, podía estirarse cuanto hiciera falta;
Kem, el segundo, podía beber toda el agua que quisiera; el tercero, Kim, tenía
el cuello más duro que un tubo de acero; el cuarto, Kom, no se quemaba con el
fuego; y el menor, Kum, tenía un estornudo tan fuerte como un vendaval.
Una mañana que habían salido a
pescar, escucharon gritos pidiendo auxilio. Y vieron a un niño que se estaba
ahogando y a su madre, en la playa, que era la que gritaba.
Kum, que era buen nadador, se tiró
al agua y cuando ya iba a rescatar al niño, sintió deseos de estornudar. No se
pudo contener y el pequeño salió volando y desapareció a lo lejos. La madre
seguía gritando. Acudieron los guardias y acusaron al pescador, que fue
detenido.
Le juzgaron y fue condenado a morir
en la hoguera. Antes, Kum solicitó que le permitieran ir a despedirse de su
madre.
Como accedieran, Kum llegó a su
casa y el que regresó a la prisión fue Kom. Creyendo que era Kum, le ataron a
un poste, pusieron leña debajo y le prendieron fuego.
Al cabo de un buen rato, cuando la
hoguera se apagó, los verdugos, asombrados, le oyeron decir que estaba a gusto
con aquel calorcito.
-Si no arde ese muchacho, que se le
corte la cabeza -ordenó el juez.
Y Kom, al que todos creían Kum,
solicitó que antes le permitieran ir a despedirse de su madre.
El juez accedió. Pero el que
regresó no fue Kom, sino Kim.
En una gran plaza levantaron un
tablado. Todo el pueblo había acudido a ver el espectáculo. El verdugo sacó la
espada y lanzó un buen golpe en el cuello del chinito. Pero rebotó y no le hizo
nada. Volvió a dar y la espada se partió en dos.
-Como no podemos quemarle ni
cortarle el cuello -dijo el juez, lo tiraremos al mar.
El chinito solicitó permiso para
despedirse de su madre. Marchó a su casa y el que regresó fue Kem. Le metieron
en un barco y navegaron hasta alta mar, donde le tiraron. Y Kem se bebió el mar
y no dejó más que unos charquitos, de modo que no se ahogó. Y los del barco
tuvieron que regresar a pie.
La solución última
Kem solicitó permiso para
despedirse de su madre. Fue a su casa y en su lugar regresó Kam, pues el juez
había dispuesto que lo llevaran a una altísima montaña rodeada de precipicios.
Un grupo de ágiles atletas, con cuerdas y escaleras le subieron a la parte más
alta del monte rodeado de precipicios y luego se fueron ¡levándose las cuerdas
y las escaleras!
Una vez solo, Kam escuchó un llanto
y descubrió colgado de la rama de un árbol al niño que Kum había enviado lejos
con su estornudo. Kam recogió al niño, estiró las piernas y todo su cuerpo y
descendió sin peligro de la montaña.
En el pueblo se quedaron
asombrados. Pero empezaron a saltar de alegría al descubrir que llevaba al niño
en sus brazos.
Desde entonces Kam, Kem, Kim, Kom y
Kum fueron los más queridos de todo el pueblo. Y a Kum le llamaron en adelante
"Achíss", en recuerdo de su colosal estornudo.
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