Erase un pavo real tan vanidoso que
gustaba de tener a todos pendientes de su apostura y de sus complicadas
palabras.
Una mañana fue a encontrarse con un
ratón de campo, al que dijo:
-Imagínese, amigo mío, que he tenido
la peligrosa casualidad de divisar una cabeza oval, de piel lustrosa, en la que
brillaban los rubíes de dos ojos de malaquita. Por otra parte, el conjunto se
componía de uñas, orejas, cola y bigotes. ¡Ah! y éste ser vociferaba:
"¡Miau...!"
El ratón de campo, que era un viejo
profesor de gramática, elevó los ojos al cielo, al tiempo que exclamaba:
-Entiendo, señor pavo real, que lo
que usted ha encontrado era un gato. ¿Por qué no ha dicho: "He encontrado
a un gato"? Se habría evitado toda esa estúpida explicación. Sea más
inteligente y llame al pan, pan y al vino, vino.
Pero el pavo real, desdeñoso,
extendió la cola con pompa y dijo:
-¡Me río yo de sus lecciones!
999. Anonimo,
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