Un día todas las aves se reunieron
en lo alto de una montaña para nombrar su rey. Necesitaban que alguien supiera
organizar la defensa de su mundo y ordenar lo que cada uno debía de hacer.
-¿Y cómo elegiremos a nuestro rey?
-preguntó un lorito sabihondo.
-Eso es muy fácil -contestó una
presumida alondra. Será el rey el pájaro que vuele más alto. La prueba podría
hacerse ahora, delante de todos.
La idea fue aceptada y, al darse la
señal convenida, todas las aves se lanzaron al aire.
Un gorrión, sabiendo que no podía
ganar la prueba, se acurrucó entre las alas de un águila y se dejó llevar. Como
pesaba tan poco, el águila no se dio cuenta de que lo llevaba.
Naturalmente, fue el águila quien
ganó, la prueba. Al llegar a tierra, anunció con orgullo:
-Yo soy la reina. He subido más que
todos, amigos míos.
-Yo he subido más que el águila,
pues he pasado sobre su cabeza -dijo el gorrión, recogiéndose las alas.
-¡Quita de ahí! -exclamó el
lorito. ¡Valiente rey íbamos a tener!
-¡Semejante pequeñajo! -rezongó el
águila.
Y desde aquel día, a este gorrión
se le llama reyezuelo. Es el más vulgar de los pájaros y sólo cuando hay
peligro grita:
-¡Yo soy el rey! ¡Yo soy el rey!
999. Anonimo
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