Era el día de la fiesta
de los animales y el elefante, que por ser el más grande se creía con derecho a
presidir la reunión, habló así:
-Todos vosotros sois
indignos de aprecio. No comprendo cómo os soportan los hombres. Yo, en cambio,
puedo con todo.
-¡Pues no presume usted
poco! -se burló un mono descarado.
-Sepa, señor mono, que
no sólo puede arrancar árboles de cuajo, sino llevarlos con mi trompa. Rompo y
destrozo cuanto se me pone por delante. ¿Pueden ustedes hacer algo igual?
Harta de la perorata del
vanidoso elefante, habló la astuta zorra:
-Reconozco, señor
elefante, que es magnífico cuanto hace y dice. Pero tenga en cuenta que para
poder imitarle a nosotros nos falta algo.
-¿Qué? ¡Dígalo, señora
zorra!
-¡La trompa!
Rió la zorra y rieron
todos los demás, incluso el hipopótamo que atronó la selva con sus carcajadas.
999. Anonimo
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