El Bosque de la Fantasía se transformaba
al caer la noche. Cuando los pocos seres humanos que pasaban por allí se
retiraban, las hadas, las brujas y los duendecillos salían de sus escondites de
los árboles y se entregaban a la más loca alegría, especialmente cuando los
rayos plateados de la luna brillaban más.
Incluso las brujas del bosque eran
alegres, pues lo único que las identificaba con las de su especie eran las
escobas y sus largas narices.
¡Ay!, para romper la armonía del
Bosque, gritaba Gruñido, un gnomo malhumorado que protestaba de todo: de la
luna, de la lluvia, de las noches quietas, de la brisa y, especialmente, de los
que le rodeaban.
Hartos de su malhumor, sus
compañeros decidieron darle una buena lección. Las brujas serían las encargadas
y durante siete noches seguidas, anduvieron con él a escobazos, pero fue
todavía peor, pues tan dolorido se quedó, que sus ayes quejumbrosos irritaban a
todos los demás.
Un tierno abeto, compadecido, le
dijo:
-Querido Gruñido, yo te quiero y todos
te queremos. ¿Por qué no procuras tratar bien a nuestros amigos? Ellos no
tienen nada contra ti.
Al fin, Gruñido comprendió que
acaso el era culpable de tal situación. Gracias a los consejos del tierno
abeto, el gnomo trató de dominar su genio. Unas lunas después, lo había
conseguido. Entonces, asombrado, descubrió que todos le querían y que ser
querido era lo mejor del mundo.
999. Anonimo
No hay comentarios:
Publicar un comentario