El panadero murió, y sus tres hijas quedaron muy desconsoladas, pues no
sabían hacer pan para ganarse la vida.
‑¡Nos moriremos de hambre! ‑lloraban.
Las oyó un duendecillo que era panadero y mientras dormían les hizo el pan
para el día siguiente.
Al verlo todo hecho, se pusieron muy contentas y lo vendieron bien.
Pero a la noche siguiente, miraron por la cerradura y vieron al duendecillo
trabajando, con un traje muy roto.
‑¡Pobrecillo! Le haremos un vestido nuevo ‑pensaron.
A los pocos días, cuando volvió el duendecillo se encontró un precioso
traje sobre una silla y se lo puso. Las tres hermanas estaban observándole, y
al ver que no se ponía a amasar entraron en la habitación.
‑¿No vas a hacernos hoy el pan? ‑le preguntaron.
Y el duende, que era muy pillo, contestó:
‑«Duendecillo con pantalón nuevo no quiere trabajar ni ser panadero».
Y se marchó a presumir, dejándolas muy sorprendidas. ¡No tuvieron más
remedio que aprender a hacer pan!
999. Anonimo
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