Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 15 de octubre de 2012

Pedro el de malas

6. Cuento popular

Éste era un padre que tenía dos hijos, Pedro y Juan. Y a Pedro, le decían Pedro el de Malas. Y estaban muy malamente, muy pobres, y en vista de la po­breza que tenían, el hijo mayor, Juan, le dijo a su padre que quería marcharse a buscar fortuna. Y el padre consintió y antes de que se marchara, le dió estos consejos:
-No te fíes de canto reboludo, ni de perro faldero, ni de hombre rubio.
Se marchó Juan, y en el camino ande iba llegó a un arroyo que pa pasarlo tenía un canto reboludo de pasadera. Y sin acordarse de los consejos de su padre, pisó el canto pa pasar el arroyo y se cayó y se dió un golpe. Y ya más alante, se encontró con un perro faldero y se le acercó y le mordió.
Y ya llegó Juan a la casa de un hombre que era rubio. Y sin acordarse de lo que le había dicho su padre, le preguntó si le hacía falta un criao en la casa. Y aquél le dijo que sí y se quedó Juan a servir, haciendo un contrato que el que primero quedara enfadao tenía que sacarle tres correas desde el cogo­te al c. Y la paga tenía que ser cuando cantara el cuquillo.
Primero le mandó el amo a Juan que trujera un carro de leña, y que no lo metiera ni por la puerta principal ni por la falsa. Y fué y volvió con el carro de leña. Pero como no había más que dos puertas, no pudo entrar y comenzó a gritar:
-¡Pero, señor amo! ¿Por onde voy a entrar? ¡Pero, señor amo! ¿Por onde voy a entrar?
Y ya salió el amo y le dijo:
-Pero hombre, ¿qué se enfada usté?
Y Juan le contesta:
-Claro que me enfado. ¿A ver quién no se enfada si no hay por onde entrar?
Y el amo le dice entonces:
-Güeno, pues entonces, las tres correas.
Y va y le saca tres correas desde el cogote al c, y el pobre de Juan se muere.
Y en vista de que Juan no vuelve, dice Pedro a su padre:
-Padre, mi hermano Juan no vuelve y quiero yo irle a buscar.
Y el padre le dice que está güeno, le da los mismos consejos que al mayor, y se marcha Pedro camino alante.
Y llega Pedro al mismo arroyo ande estaba el canto reboludo, y cuando lo ve se acuerda del consejo de su padre y dice:
-Aquí no hay más remedio que quitarme las al­barcas.
Y se quitó las albarcas y pasó sin tocar el canto. Y allá al pasar, le salió un perro faldero y cogió una porra y lo mató. Y llegó también a la casa del hom­bre rubio. Y preguntó si hacía falta un criao y le dijeron que sí. Y entró a servir, haciendo el mismo contrato que su hermano. Pero cuando vió que el hombre era rubio, dijo:
-Hay que tener cuidao con este hombre, que me dijo mi padre que no me fiara de hombre rubio.
Y lo mismo que al otro, lo envió el amo primero por un carro de leña y le dijo que no entrara ni por la puerta principal ni por la falsa. Y va Pedro por el carro de leña y vuelve. Y como ve que no hay sino dos puertas, va y coge un pico y llega a la paré y abre una puerta, y así mete el carro. Y el amo, cuando ve el destrozo, empieza a gruñir. Y le dice Pedro:
-¿Se enfada usted, señor amo?
Y aquél contesta:
-No me enfado, pero no me da gusto.
Y al otro día envió el amo a Pedro por un carro de garabatos. Y como tardaba mucho en sacar una cepa, se echó a dormir. Y a mediodía fué el amo a llevarle la comida y le encontró dormido. Y le dice el amo:
-Pero Pedro, ¿cómo no trabajas? ¿Qué estás ha­ciendo?
Y Pedro le contesta:
-Pero, señor amo, ¿cómo quiere usté que un cos­tal vacío se ponga de pie? ¿Que se enfada usté, señor amo?
Y el amo contesta:
-No me enfado, pero no me gusta.
Y ya se fué el amo y dejó a Pedro en el campo pa que trabajara. Y por la tarde, cuando volvió el amo, halló a Pedro otra vez tumbao en la tierra y le dijo:
-Pero, hombre, ¿cómo no trabajas?
Y Pedro le dijo:
-Pero, señor amo, ¿cómo quiere usté que un saco lleno se ponga de pie a trabajar? Si trabajo me re­viento.
Y ya empezó el amo a regañar, y le dijo Pedro:
-¿Que se enfada usté, señor amo?
Y contesta el amo:
-No me enfado, pero no me gusta.
Y con eso ya se marcharon a casa. Y llega el amo y discurre con su mujer y le dice:
-Éste me va a sacar las tres correas. Ahora lo que vamos a hacer es a tenerlo dos días sin comer pa ver si se va y nos libramos de él.
Y ya por día y medio no daban nada de comer. Y vino Pedro entonces y se acostó una noche en el poyo de la cocina pa ver lo que hacían aquéllos. Y se hizo el dormido, y ya vió que sacaba la mujer una torta de masa pa comer. Y cuando ya estaba cocida, se levantó Pedro y cogió las tenazas y empezó a darle a la torta hasta que la hizo cachos. Y el amo y la mujer le gritaron:
-¿Qué haces ai, hombre?
Y contesta Pedro:
-Que hace mucho frío, y como ya me estaba he­lando, me he levantao a atizar la lumbre.
Y ya el amo ordenó de dar de comer pa todos. Y luego se acostaron.
Y otro día, dijo el amo a Pedro:
-Hoy vas a vender una piara de yeguas a la feria.
Y se fué Pedro con la piara de yeguas pa la feria, y ca yegua llevaba un cencerro. Y vendió todas las yeguas, ecerto una, que era blanca. Pero los cence­rros no los vendió. Y cogió los cencerros y se vino a casa con ellos en la yegua blanca. Y por el camino se le formó una nube grande y metió mano a la na­vaja y mató a la yegua pa meterse en ella y no mojarse. Y había güitres y bajaban a comer de la yegua. Y Pedro los fué cogiendo y les puso a ca uno un cencerro. Y cogió uno blanco por fin, y fué ande su amo y entró corriendo y ,le dijo:
-¡Señor amo, milagro del cielo! ¡Las yeguas se han vuelto güitres! Mírelas usté ande van con los cence­rros volando. Y mire usté la yegua blanca en que he ido a la feria.
Y el amo vía los güitres volando con los cencerros, y como siempre sospechaba que Pedro andaba en al­guna trampa, empezó a regañar. Y Pedro le dijo:
-¿Se enfada usté, señor amo?
Pero el amo, como no quería que la sacaran las tres correas, contestó:
-No me enfado, pero no me gusta.
Y ya le envió el amo con una piara de cerdos a un monte ande había un gigante que no dejaba penetrar a nadie. Y fué y vendió todos los cerdos, ecerto una cerda. Y les cortó los rabos a todos y se quedó con ellos. Y entonces fué y metió todos los rabos y la cerda que no vendió en el lodo. Y vuelve a la casa y le dice al amo:
-¡Ay, señor, que los cerdos se han caído todos en la laguna!
Y fueron corriendo ande había metido Pedro los rabos en el lodo. Y le dijo Pedro al amo:
-Agarre usté pa ver si podemos sacar los cerdos.
Y agarraba aquél los rabos y tiraba, pero sólo sa­caba los rabos. Y Pedro le decía:
-Ya ve usted, señor amo, que no pueden salir.
Y ya empezó Pedro a tirar del rabo de la cerda que no había vendido y llamó al amo y le dijo:
-Venga usted aquí, señor amo, que me parece que esta cerda la vamos a sacar.
Y se agarraron los dos y tiraron y tiraron, hasta que la sacaron. Y como en los demás casos no saca­ban más que rabos, el amo decía:
-¡Ay, Pedro, me has arruinao! He perdido todos los cerdos.
Y Pedro le dijo:
-¿Se enfada usté, señor amo?
Y el amo contestó:
-No me enfado, pero no me gusta.
Y al día siguiente volvió el amo a mandar a Pedro ande vivía el gigante pa que el gigante le matara. Y esta vez le mandó con una piara de ovejas. Y como esta vez no halló Pedro a quien vendérselas, siguió caminando con las ovejas hasta que llegó ande estaba el gigante. Y sale el gigante y grita:
-¡A carne humana me güele aquí! ¡Me la vas a dar o te como a ti!
Y ya le dijo Pedro:
-No me comas a mí, que aquí traigo muchas ove­jas y puedes comerte las que quieras.
Y el gigante le dice entonces:
-Vamos a ver si me ganas a tres cosas, y si pier­des mueres. Vamos a ver quién muere.
-Güeno -le dijo Pedro.
-Primero -dijo el gigante- vamos a ver quién puede comer más. Ve y mata aquel toro y traes la carne.
Y va Pedro y junta too los toros y llega con ellos. Y le dice el gigante:
-¿Qué haces?
Y contesta Pedro:
-Voy a matarlos todos pa comenzar a comer.
-Con uno basta -le dice el gigante.
Y Pedro le contesta:
-Pues pa matar uno sólo, mátalo tú. Yo con uno sólo no tengo ni pa empezar.
Entonces va el gigante y mata el toro y lo desuella, y le da la piel a Pedro y le dice:
-Tráela llena de agua.
Y como Pedro ve que no puede ni con la piel vacía, menos llena de agua, se va a la fuente y se pone a clavar estaquillas. Y llega el gigante y le dice:
-¿Qué haces, hombre?
Y contesta Pedro:
-Nada, que estoy poniendo aquí unas estaquillas para llevarme toda la fuente de agua, que con la piel llena de agua no hay agua ni pa empezar a beber.
Y le dice el gigante:
-No, hombre, que con esta bota de agua basta.
Y Pedro entonces le dice:
-Pues para un cuero de agua, llévala tú.
Entonces dice el gigante:
-Ahora vas al monte a por leña.
Y llega Pedro y pega cuatro hachazos y no cae ni una rama. Y entonces va y coge un ovillo de estam­bre y se lía a todo el monte. Y va el gigante y le dice:
-Pero, ¿qué haces?
Voy a sacar todo el monte pa llevarlo.
-Con una encina basta -le dice el gigante.
Y Pedro le dice:
-Para una encina, llévala tú.
Güeno, pues total que ya el gigante había cocido el toro y había traído la comida y todo, y se pusieron a comer. Y Pedro se puso su zurrón al lao y hacía que comía y echaba toda la comida en el zurrón. Y termi­naron y dijo el gigante:
Vamos a ver quién ha comido más.
-¡Que yo he comido más!
-¡Que yo!
El gigante perdió y le dijo a Pedro:
-Ya me llevas ganada una. Ahora vamos a ver quién coge un canto y lo tira más largo.
Conque entonces va Pedro y coge una tórtola y la lleva en la mano. Y el gigante cogió un canto y lo tiró. Y cuando él tiró el canto, soltó Pedro la tórtola. Y cuando el canto del gigante cayó, la tórtola tavía iba volando. Y decía Pedro:
-¡Allá va tavía mi canto!
Y el gigante dijo entonces:
-Ya me llevas ganadas dos. Ahora vamos a ver quién deshace una piedra.
Y va el gigante y coge una piedra y la aprieta y la hace pedazos en la mano. Y Pedro ya había cogido un cacho de cuajá y se la mete en la boca y se la come. Y el gigante le dice:
-Ya me has ganao las tres. Ya ahora eres mi amigo.
Y Pedro dijo para sí:
-Este tío gigante yo lo voy a arreglar.
Y traía Pedro dos cartuchos de pólvora. Y se los dió al gigante y le dijo:
-Mira que con éstos, si te los pones en los ojos, puedes ver todo lo más divino del mundo.
Y se los puso el gigante y fué Pedro y echó luz y se le saltaron los ojos al gigante. Y el gigante le dijo a Pedro:
-Pues ahora que me has hecho eso, no pasas la puerta de mi cueva.
Y pa que pasaran las ovejas las tocaba una a una el gigante y decía:
-Pasa, ovejita blanca. Pasa, ovejita blanca.
Y entonces va Pedro y mata una oveja y se vistió con la piel y pasó. Y el gigante, creyendo que era una oveja, lo tocó y le dijo:
-Pasa, ovejita blanca. Pasa, ovejita blanca.
Y Pedro le dijo:
-No, que es Pedro el de Malas.
Y viéndose ya fuera de la cueva, coge un puñal y le mata.
Se va entonces Pedro a casa del amo y le dice:
-¡Ay, señor amo, que unos bichos se comieron las ovejas!
Y ya el amo le dice:
-Pero, ¿qué has hecho con las ovejas, hombre? Me vas a arruinar.
-¿Se enfada usté, señor amo? -le dice Pedro.
-No me enfado, pero no me gusta -le dice el amo.
Y ya discurrieron los amos pa ver cómo iban a li­brarse de Pedro.
-Éste nos va a arruinar -le dice el amo a su mujer. Ahora no hay más remedio que te pongas tú en la ventana mañana y cantes como el cuquillo pa que se llegue la hora de la paga y que se vaya.
Güeno, pues se pone la mujer a la ventana otro día muy de mañana y canta:
-¡Cucú, cucú! ¡Cucú, cucú!
Y Pedro se levanta y dice:
-Yo voy a ver si es cuco o cuca. Y saca su esco­peta y va y le pega un tiro a la mujer y la mata. Y sale el amo muy enfadao y grita:
-Pero, hombre, ¿qué has hecho? ¡Ya me has ma­tao a mi mujer!
Y Pedro le dice:
-¿Se enfada usté, señor amo?
-Claro que me enfado -contesta el amo. ¿No me he de enfadar cuando has matao a mi mujer?
Y llega entonces Pedro y le saca las tres correas desde el cogote al c. Y se murió el pobre. Y Pedro entonces mandó llamar a su padre y quedaron ellos de dueños de la casa.

Fuente: Aurelio M Espinosa

003. España

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