3. Cuento popular
Juan de las Cabras era
pastor de cabras. Cuidaba de las cabras de su padre y todos los días las llevaba
a pacer al mismo prao. Y el padre le dijo un día:
-Pero, hijo, no lleves
las cabras al mismo sitio todos los días. Ya ese lugar está bien pelao y ya no
hay nada yerba. Ora llévalas a otro sitio por ai.
Y ya otro día cogió Juan
y llevó las cabras a pacer a un prao que estaba cerca de la huerta de ande vivían
unos frailes. Y ai entraron las cabras a pacer y Juan se quedó dormido a la
sombra de un árbol, y cuando despertó ya no vió cabras ni nada. Y sospechó que
se habían metido en la huerta de los frailes y fué a preguntarles si ai estaban
sus cabras. Pero como los frailes ya las habían encerrao, le contestaron que
no, que ai no estaban las cabras. Y los frailes lo que querían era pillárselas
todas.
Conque vuelve Juan a su
casa sin cabras y le dice su padre:
-Bueno, ¿y ande están las
cabras?
Y Juan le responde:
-Pues por ai andaban
paciendo junto a la huerta de los frailes, y yo me dormí y cuando me desperté
ya no estaban las cabras, pero creo que los frailes las tienen. Y el padre le
dijo:
-Y ahora, ¿qué vamos a
hacer?
-No se apure, padre -le
contestó Juan, que yo sé como arreglármelas.
Y fué Juan y se vistió de
fraile pobre, casi de mendigo, y se fué pal convento ande vivían los frailes.
Y llegó y salió uno de los frailes y le preguntó qué quería, y él le dio que
nada, que le había cogido la noche en su viaje pa una ermita y que les rogaba
le permit.irián pasar por ai la noche. Y fiié el fraile y les dijo a los otros
que ai estaba un pobre fraile que pedía posada por la noche. Y tuvieron lástima
de él y le dijeron que entraría.
Y entró y le dieron de
comer. Y por la noche, como no había cuarto con cama donde durmiera, dijo él que
no hacía falta cama, que él dormiría en el suelo en cualquier rincón y que se
iría por la mañana temprano. Y los frailes, como le vián tan sucio y tan
haraposo, no le convidaban a dormir con ellos. Y el padre dijo que se vendría con
él a su cuarto y con él dormiría. Y fué con el padre y se acostaron.
Y a media noche, cuando
ya estaban todos dormidos, se levantó Juan y sacó un palo que traía y le arrimó
al padre una paliza tan fuerte que casi le mató. Y cuando le daba los palos, le
decía:
-Yo soy Juan de las
Cabras, que vengo por la primera paga.
Y el pobre padre le rogó
de por Dios que le dejaría, y Juan le cobró tres mil reales y le dejó, y se
fué a casa con su dinero. Y fué ande su padre y le contó io que le había pasao
y le dijo que después iba a cobrar más. Y el padre le dijo:
-Muy güeno, muy güeno.
Ora sí has hecho bien.
Y fué Juan otro día y se
vistió de médico y fué ande los frailes, y ellos, cuando le vieron, le dijeron
Que el padre estaba malo de una paliza que le habían dao y que entrara a ver si
le curaba. Y entró Juan y esaminó al padre, y dijo que le dieran papel pa escribir
una receta. Y escribió algo y se lo dió a uno de los frailes pa que fuera al
pueblo a traer la melecina. Y cuando ya se había ido, Juan dijo:
-¡Hombre, qué demonios!
¡Si se me había olvidao lo principal!
Y escribió algo en un
papelito y envió a otro fraile al pueblo con otro recao. Y a pocos momentos,
dice otra vez:
-¡Hombre, qué cosas tengo
hoy! ¡Si se me ha olvidao otra cosa que nos hace falta!
Y escribió qtra vez en un
papelito y envió a otro fraile al pueblo. Y así estuvo escribiendo papelitos y
enviando frailes al pueblo hasta que no quedó ni uno en el convento y se quedó
él solo con el padre. Y entonces saca su palo otra vez y me le arrea otra tanta
de panadera que antes. Y el pobre padre le pedía misericordia y le decía que le
dejara. Y Juan, cuando le daba la paliza, le decía:
-Yo soy Juan de las
Cabras, que vengo por la segunda paga.
Y le cobró al padre otra
vez tres mil reales, y cogió y se fué ande el padre a contarle lo que le había
pasao. Y el padre le dijo:
-Muy güeno, muy güeno.
Ora si has hecho bien.
-Eso no es todo -le dijo
Juan. Ora verá usté como cobro más por las cabras que nos robaron.
Y fué otro día y encontró
a un vago en el camino y le dice:
-Oye, tú, ¿eres tú muy
ligero? ¿Puedes correr mucho, pero mucho, que no te pueda alcanzar nadien?
-Sí, sí, yo puedo correr
mucho. Cuando yo salgo corriendo, nadien me alcanza.
-Güeno, pues vente
conmigo, que yo te pago el jornal.
Y le llevó al convento de
los frailes y le dijo:
-Mira, tú te escondes
detrás de esa puerta y yo rie escondo detrás de la otra que estás detrás del
convento. Y cuando yo llegue, gritas tú, «¡Yo soy Juan de las Cabras, que
vengo por la tercera paga! ¡Yo soy Juan de las Cabras, que vengo por la tercera
paga!»
Y así lo hicieron. Y
cuando ya Juan de las Cabras había llegao a la otra puerta, comenzó el vago a
gritar:
-¡Yo soy Juan de las
Cabras, que vengo por la tercera paga! ¡Yo soy Juan de las Cabras, que vengo
por la tercera paga!
Y los frailes, cuando
oyeron esos gritos, dijeron:
-¡Ai viene ese pícaro
otra vez! ¡Pero esta vez no se nos escapa!
Y cogieron palos y
salieron tras él. Y aquél echó a correr, que apenas le alcanzaban a ver el
polvo. Y todos los frailes salieron del convento y echaron a correr con ganas
de cogerle y darle una buena zurra.
Y luego que ya estaban
todos lejos del convento, entró Juan y le arrimó al padre que estaba en la cama
otra paliza. Y el padre gritaba y le suplicaba que le dejara. Y Juan seguía
dándole palos y diciéndole:
-¡Yo soy Juan de las
Cabras, que vengo por la tercera paga! ¡Yo soy Juan de las Cabras, que vengo
por la tercera paga!
Y cobró por la tercera
vez tres mil reales, y cogió su dinero y se fué pa su casa.
Fuente:
Aurelio M Espinosa
003. España
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