Éste era un matrimonio
que tuvieron un hijo. Y tan contentos estaban con él que no sabían a quién
elegir de padrino. Decía el marido:
-Onque se presentase San
Pedro, no le querría de padrino para nuestro hijo, porque ése repartió muy mal
el capital. A unos dejé mucho, y a otros no nos dejó nada. A nadie buscaría de
madrina más que a la muerte, que nos ha hecho a todos iguales.
Ellos que estaban
hablando ésto, cuando se presentó la muerte y les dice:
-Yo vengo a ser madrina
de vuestro hijo.
Fué madrina la muerte. Y
le prometió al ahijao que no se moriría nunca mientras no rezase un padrenuestro.
Además, les mandó a los padres que estudiase el hijo la carrera de médico, que
hiciese que la estudiaba, que onque no la supiese que era lo mismo, que ella
le diría el modo de curar.
Y fué creciendo el chico.
Y cuando ya tenía conocimiento, le dijeron los padres lo que le había pronosticado
la muerte, que no moriría mientras no rezase un padrenuestro.
El chico se fingió médico
y se le apareció la muerte y le dijo:
-Mira, cuando vayas a
visitar a un enfermo, si me ves a mí a los pies, receta cualquiera cosa, una
purga, una taza de hierba buena, en fin cosas que no tengan importancia, porque
el enfermo no muere. Y si me ves a la cabecera, es inútil que recetes, porque
el enfermo se muere. Pero, guárdate bien de desobedecerme en lo que te digo;
entonces, tiembla.
Sucedió que se puso mala
una hija del rey y habían liamao ya a todos los médicos del reino, prometiéndoles
que el que curase a su hija se casaría con ella. Llegaron a palacio los rumores
de ese médico tan bueno que todo lo curaba, y el rey le mandó llamar y le
dijo:
-Si ustez cura a mi hija,
se la daré por mujer.
Entonces el médico entró
a visitar a la enferma, y ¡oh sorpresa!, cuando vió a la muerte a la cabecera
de la joven. Fl médico temblaba al ver allí a la muerte, y al ver a aquella
joven tan hermosa que se moría sin remedio.
Entonces el médico
desobedeció, y como nadie le vía, coge a la muerte y la cambea de la cabecera a
los pies. Entonces la muerte se puso irritada y le diio que muy pronto se las
había de pagar, que aquella misma noche le llevaría con ella.
El pobre médico se
encontraba perplejo; pero como la muerte no se meneó de los pies de la enferma,
el médico pudo recetar a la joven, y nada más darle la medicina que le dispuso,
azto continuo la joven empezó a mejorar.
El rey estaba loco de
contento. Y el médico se casó con la hija del rey nada más que ponerse ella
buena. Pero la muerte estaba furiosa y no hacía más que perseguirle, y le
decía:
-No lograrás vivir con tu
esposa. Por desobediente, el mismo día de la boda vas a morir.
Se prepararon las bodas y
el médico se acordó de la promesa que le había dicho la muerte, que mientras no
rezara un padrenuestro nunca se moriría.
Se casaron sin que de la
boca del médico saliese una oración. Por la tarde del día de la boda, salieron
la princesa y el médico a dar un paseo por el jardín que tenían en las afueras
del palacio. La muerte, que síempre estaba en acecho y que no quería más que
atraparle, en el camino por donde iban ellos se fingió de un pobre que se había
muerto en el camino. Y entonces, al llegar allí la princesa y el médico, se
asustaron y dice la princesa:
-¡Pobre hombre! Vamos a
rezar un padrenuestro.
Y entonces él no se
acordó de la promesa de la muerte y se puso a rezar el padrenuestro con su esposa.
Nada más terminar de rezarle, se levanta la muerte y le dice:
-Ha llegao tu hora. Ya te
dije: «Tiembla el día que me desobedezcas». Me desobedecistes y ahora en este
momento ya no eres nadie.
Y el pobre médico se
quedó muerto en el instante.
24. Cuento popular
24. Cuento popular
Fuente:
Aurelio M Espinosa
003. España
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