14. Cuento popular
Llegó un muchacho a
servir a una casa y al llegar, le dijo al amo:
-Buenos días, señor amo.
Y el amo le dijo:
-Hombre, no seas tonto.
Yo no me llamo amo. Yo me llamó Agnus Dei.
-Usté perdone, que yo no
lo sabía -le dijo el muchacho.
Y salió entonces la mujer
del amo y dijo el muchacho:
-Ésa será seguramente su
mujer.
Y el amo le dijo:
-¡Ay, qué muchacho más
tonto! Ésa no se llama mujer, hombre; se llama potestates.
-Bueno, hombre, bueno -le
dijo el muchacho.
Pasó a ese momento un
gato por la sala y preguntó el muchacho si había muchos gatas en la casa. Y el
amo, un poco enfadao, le dijo:
-¡Válgame Dios, qué
muchacho más tonto! Si eso no se llama gato. Eso se llama cazalosrates.
-Bueno, hombre, bueno -le
dijo el muchacho.
Acercándose a la lumbre,
dijo el muchacho:
-Voy a calentarme a la
lumbre, que traigo frío.
-¡Ay,
pero qué muchacho más tonto eres! -le dijo el amo. Si eso no se llama lumbre,
hombre. Eso se llama consumencia.
-Bueno, hombre, bueno.
Poco a poquito iré aprendiendo cómo se llaman las cosas. Ahora me dirá usté
dónde está la cama donde voy a dormir.
-¡Ay, Dios! ¿Qué haré con
este tonto? Eso no se llama cama, hombre. Eso se llama recreancia.
-Bueno, hombre, bueno.
Usté perdone. Habrá por ai un pedazo de chorizo pa comer poco antes de acostarme,
seguramente.
-¡Ay, qué muchacho más
burro! ¡Qué muchacho más tonto eres, hombre! Si eso no se llama chorizo. Eso se
llama el eterno padre.
-Bueno, hombre, bueno.
Déme usté eterno padre o lo que sea. Y si no hay eso, déme usté unas morcillas.
-¡Ay, qué muchacho más
tonto! ¡Qué morcillas ni qué morcillas, hombre! Si eso no se llama morcillas.
Esas se llaman las once mil vírgenes.
-Bueno, hombre, bueno. Ya
iré aprendiendo los nombre de todas esas cosas.
Y ya cuando se iba a
acostar, preguntó el muchacho dónde estaba el agua porque quería beber. Y el
amo le dijo, ya muy enfadao:
-Ay, qué bobo eres! ¡Si
no se llama así, hombre! ¡Ay, qué muchacho más tonto! ¡Si no sabes los nombres
de las cosas! A eso no se le llama agua. Se le llama abundancia, hombre.
Y el muchacho, que ya
estaba un poco picao, le dijo:
-Bueno, hombre, bueno.
Deje usté, que ya aprenderé poco a poquito.
El muchacho se acostó y
se puso a discurrir todo lo que el amo le había dicho y dijo:
-Se ha querido burlar de
mí y ahora yo me voy a burlar de él.
Y a media noche se
levantó en silencio, se vistió, cogió unas estopas y se las ató al gato del
rabo y les prendió fuego. Entonces llenó un saco de morcillas y se fué con
ellas. Y al salir, despertó a los amos y les gritó:
-Levántate tú, Agnus Dei,
y también tú, potestates, que ai viene el cazalosrates cargado de consumencia,
y si no le echas la abundancia, quemará la recreanc:a. Ai te quedas con el
eterno padre, que yo me voy con las once mil vírgenes a comérmelas con mi
madre.
Fuente:
Aurelio M Espinosa
003. España
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