Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 15 de octubre de 2012

El agnus dei

14. Cuento popular

Llegó un muchacho a servir a una casa y al llegar, le dijo al amo:
-Buenos días, señor amo.
Y el amo le dijo:
-Hombre, no seas tonto. Yo no me llamo amo. Yo me llamó Agnus Dei.
-Usté perdone, que yo no lo sabía -le dijo el muchacho.
Y salió entonces la mujer del amo y dijo el mu­chacho:
-Ésa será seguramente su mujer.
Y el amo le dijo:
-¡Ay, qué muchacho más tonto! Ésa no se llama mujer, hombre; se llama potestates.
-Bueno, hombre, bueno -le dijo el muchacho.
Pasó a ese momento un gato por la sala y preguntó el muchacho si había muchos gatas en la casa. Y el amo, un poco enfadao, le dijo:
-¡Válgame Dios, qué muchacho más tonto! Si eso no se llama gato. Eso se llama cazalosrates.
-Bueno, hombre, bueno -le dijo el muchacho.
Acercándose a la lumbre, dijo el muchacho:
-Voy a calentarme a la lumbre, que traigo frío.
-¡Ay, pero qué muchacho más tonto eres! -le dijo el amo. Si eso no se llama lumbre, hombre. Eso se llama consumencia.
-Bueno, hombre, bueno. Poco a poquito iré apren­diendo cómo se llaman las cosas. Ahora me dirá usté dónde está la cama donde voy a dormir.
-¡Ay, Dios! ¿Qué haré con este tonto? Eso no se llama cama, hombre. Eso se llama recreancia.
-Bueno, hombre, bueno. Usté perdone. Habrá por ai un pedazo de chorizo pa comer poco antes de acos­tarme, seguramente.
-¡Ay, qué muchacho más burro! ¡Qué muchacho más tonto eres, hombre! Si eso no se llama chorizo. Eso se llama el eterno padre.
-Bueno, hombre, bueno. Déme usté eterno padre o lo que sea. Y si no hay eso, déme usté unas mor­cillas.
-¡Ay, qué muchacho más tonto! ¡Qué morcillas ni qué morcillas, hombre! Si eso no se llama morcillas. Esas se llaman las once mil vírgenes.
-Bueno, hombre, bueno. Ya iré aprendiendo los nombre de todas esas cosas.
Y ya cuando se iba a acostar, preguntó el mucha­cho dónde estaba el agua porque quería beber. Y el amo le dijo, ya muy enfadao:
-Ay, qué bobo eres! ¡Si no se llama así, hombre! ¡Ay, qué muchacho más tonto! ¡Si no sabes los nom­bres de las cosas! A eso no se le llama agua. Se le llama abundancia, hombre.
Y el muchacho, que ya estaba un poco picao, le dijo:
-Bueno, hombre, bueno. Deje usté, que ya apren­deré poco a poquito.
El muchacho se acostó y se puso a discurrir todo lo que el amo le había dicho y dijo:
-Se ha querido burlar de mí y ahora yo me voy a burlar de él.
Y a media noche se levantó en silencio, se vistió, cogió unas estopas y se las ató al gato del rabo y les prendió fuego. Entonces llenó un saco de morci­llas y se fué con ellas. Y al salir, despertó a los amos y les gritó:
-Levántate tú, Agnus Dei, y también tú, potesta­tes, que ai viene el cazalosrates cargado de consu­mencia, y si no le echas la abundancia, quemará la re­creanc:a. Ai te quedas con el eterno padre, que yo me voy con las once mil vírgenes a comérmelas con mi madre.

Fuente: Aurelio M Espinosa

003. España

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