21. Cuento popular
Ésta era un criada que
fué a servir a un pueblo. Y estuvo sirviendo muchos años y ganó mucho dinero, y
ya pensó en volver a su pueblo a ver a sus padres. Y fué y le dijo a su
peinadora, que vivía de vecina:
-Sabes que quiero ya irme
a mi pueblo a ver a mis pobres padres: pero tengo miedo irme sola porque, como
ya tengo ganao mucho dinero, me pueden robar en el camino.
Conque va la peinadora y
se lo cuenta a su marido, que era tabernero. Y dice el tabernero:
-Pues dile que no se vaya
sola porque de seguro la roban a la pobre. Que busque quien vaya con ella.
Y ya dice la mujer:
-Pues mira, pobrecita, ya
que es amiga nuestra, vé tú mismo con ella.
Y dijo él que estaba
güeno, que si ella quería, que él la acompañaría.
La peinadora fué otro día
y le dijo a la muchacha:
-Mira, que le estuve
contando a mi marido lo que piensas hacer y dice que no debes ir sola, que te
pueden robar en el camino. Y yo le dije que fuera él mismo contigo y dijo que
estaba güeno, que si tú quieres que iría contigo.
Y entonces, la muchacha,
como eran vecinos y amigos, dijo que sí, que con mucho gusto iría con él. Y
todo su dinero se lo metió en una bolsa en el rodete del pelo.
Cogieron la marcha, y al
tabernero pronto se le metieron tentaciones de matarla pa quitarle el dinero. Y
cuando llegaron al sitio que él mismo había dicho que era el del riesgo, la
cogió y la mató y le cortó la cabeza y le quitó el dinero. Y volvió a su casa y
le contó todo a su mujer. Y ella le dijo:
-¡Ay, Dios mío! ¿Cómo has
tenido valor pa matar a una pobre muchacha conocida?
Y él sólo le dijo:
-Una mala tentación.
Y después, siempre que el
tabernero salía de su casa, oía una voz que decía?
-¡Tú la pagarás! ¡Tú la
pagarás!
Y el pobre miraba pa
todas partes, pero no vía nada. Y llegaba el pobre muy asustao y se lo contaba
a su mujer. Hasta que un día le dijo su mujer:
-Cuando oigas otra vez
esa voz, le preguntas que adónde.
Y al otro día, al salir
de su casa, oyó la voz que le volvía a decir:
-¡Tú la pagarás! ¡Tú la
pagarás!
Y le preguntó él a la
voz:
-¿Adónde?
Y la voz contestó:
-¡En Sevilla! ¡En
Sevilla!
Y vino más asustao que
nunca y le dijo a su mujer:
-Ya me contestó la voz y
me dijo que en Sevilla.
Y la mujer entonces le
dijo:
-Pues no yendo a Sevilla,
escusas de pagarla.
Conque ya unos meses
después, ya salía de casa y la voz no le perseguía. Y ya él se le olvidó todo.
Y un día llegaron unos dos señores al pueblo y dijeron que quién les quería
acompañar a Sevilla, que pagaban un duro diario y mantenido. Y la mujer le dijo
al tabernero:
-Anda y busca quien
acompañe a estos señores.
Y él contestó:
-Pa buscar otro, mejor
voy yo, que pagan muy bien.
Y se marchó con los dos
señores pa Sevilla.
Llegaron a Sevilla, y a
medio día dijo uno de los señores al otro:
-¿Qué quieres almorzar
tú? ¿Te gustan las cabezas de ternera?
Y contesta el otro:
-Lo que tú quieras. A mí
todo me gusta.
Y ya enviaron al
tabernero a la plaza a comprar una cabeza de ternera pal almuerzo. Y se marchó
el tabernero a comprar la cabeza de ternera.
Y llegó a la plaza y
escogió una y se fue con ella entre la capa y agarrada de las orejas. Y en el
camino onde iba se le acercaron dos municipales y le dicen:
-¿Adónde va y qué lleva
entre la capa?
Y contesta él:
-Voy a la posada a llevar
una cabeza de ternera a unos señores.
Y ellos le dijeron
entonces que la enseñara. Y al sacarla de entre la capa pa enseñarla, vió que
en vez de las orejas, su mano agarraba el pelo, y que en vez de la cabeza de
ternera que había comprao, era la cabeza de la muchacha que había matao.
Los municipales entonces
le cogieron y le dijeron:
-Vamos con nosotros pa la
cárcel, que usté es un matador.
Y dijo él:
-Señores, vamos a ver a
los dos señores que me han enviao a la plaza.
-Güeno, güeno -dijeron
los municipales.
Y fueron con él a la
posada; pero ya los dos señores habían desaparecido sin saber por dónde, y
nadie pudo dar razón de ellos. Conque entonces le dijeron:
-Usté es un matador y un
embustero. ¡A la cárcel!
Y lo metieron en la
cárcel y a los pocos días lo ajusticieron, y el juez mandó que muriera horcao.
Y así pagó su delito.
Fuente:
Aurelio M Espinosa
003. España
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