Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 15 de octubre de 2012

El alma del cura

25. Cuento popular

Una mujer casada deseaba tener un hijo. Y Dios le dió por fin un hijo. Pero al nacer, le dijon que a los veintiún años el hijo tenía que morir horcao.
Y ya iba creciendo el niño y los padres se ponían muy tristes cuando se acordaban de lo que le había de pasar. Y un día el hijo le preguntó a su madre por qué estaba tan triste y ella le contó todo. Y él enton­ces les dijo a sus padres:
-Yo entonces me marcho de casa a correr por esos mundos.
Y la madre le dijo:
-No, hijo mío, que no te vayas, que te van a horcar y no te veremos más.
Pero como él insistió, ya su madre le dió un libro de oír misa y le dijo:
-Mira, hijo, lleva este libro, y en cada pueblo que llegues, tienes oue oír la primer misa.
Y se fué el muchacho por el mundo alante. Y al primer pueblo que llegó, preguntó:
-¿A qué hora es la primer misa?
-A tal hora.
Güeno, pues así, a cada pueblo que llegaba siempre oía la primer misa.
Y ya llegó un día a otro pueblo onde hizo la misma pregunta.
-¿A qué hora es la primer misa?
Y le dijon:
-Hombre, la primer misa en este pueblo es a las doce de la noche en punto. Y ni sabemos quién la dice. A esa hora nadien va a oír misa en este pueblo.
Y ya les contó él que tenía que oír esa misa porque su madre le había dicho que en cada pueblo que lle­gara siempre tenía que oír la primer misa.
Conque llegaron las doce y se fué en casa del señor cura por las llaves de la iglesia. Y como eran las doce en punto, empezaron a tocar las campanas sin que nadien supiera quién las tocaba.
Y se fué el joven pa la iglesia y abrió la puerta y entró. Conque ya vió que se levantó una losa y salió un esqueleto y se fué a la sacristía. Y el joven le si­guió y le ayudó a revestirse con los hábitos del cura. Y el esqueleto se puso a decir misa y el joven le ayudó.
Y concluída la misa, se fué el esqueleto a la sacris­tía y el joven le ayudó a quitarse los hábitos y los guardó. Y entonces el esqueleto, que era el alma de un cura que venía al mundo a penar por sus culpas, le dijo:
-Vete y lleva las llaves al señor cura. Ya que has oído la misa, te puedes ir sin cuidao y puedes contarle al cura todo lo que has visto. Yo era una ánima que estaba penando y tú me has sacao de penas. Y ahora serás defendido por mí donde quieras que andes.
Y ya fué el joven a llevarle al cura las llaves de la iglesia y le contó todo lo que había visto. Y otro día se fué el joven del pueblo siguiendo su camino alante.
Y ya faltaban solamente dos días pa que se llegara el plazo cuando le tenían que horcar. Y se le apareció el alma del cura y le dió un caballo blanco y una bolsa de dinero y le dijo:
-Vete ahora pa tu casa y nada temas.
Y se marchó el joven en su caballo blanco pa su casa con su bolsa de dinero en las alforjas. Y en el camino se encontró con unos ladrones que estaban haciendo la cuenta de un robo. Y oyó que decían:
-A tanto tocas tú. A tanto tocas tú. A tanto toco yo.
Y al llegar él de noche, se espantaron los ladrones y dejaron allí su dinero. Y cogió él el dinero y siguió su camino, cuando ya vió que los ladrones volvían y decían:
-Ése es. Ese del caballo blanco es el que nos ha robao. Ése es.
Y le cogieron y le colgaron. Y le colgaron el día que se le cumplió el plazo de los veintiún años. Y allí le dejaron colgao los ladrones y se fueron.
Y apenas se habían ido los ladrones, cuando llegó el alma del cura y le descolgó. Y de allí se fué a su casa y llegó bien y les contó a sus padres todo lo que le había pasao.

Fuente: Aurelio M Espinosa

003. España

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