Juan Soldao fué al
servicio y le dijeron:
-Tú no sirves para el
servicio, Juan Soldao.
Y él les dijo:
-Entonces, ¿qué voy a
hacer?
Y le respondieron:
-Pues te vas y nosotros
te vamos a dar una torta de pan para el camino.
Él se conformó. Se fué
caminando sin saber adónde y por el camino se comió todo el megollo de la torta
y quedó sólo la corteza.
Entonces llegó un pobre y
le pidió pan y él se lo dió. Este pobre era Cristo. Luego llegó otro pobre y también
le pidió pan. También le dió otro pedazo. Este pobre era San Pedro. Luego se le
presentó otro pobre a pedirle pan y a éste le dió el último pedazo de su torta.
Y este pobre era San Juanuco.
Entonces Juan Soldao se
marchó de allí con los tres. Y a poco que habían marchado, dijo Cristo:
-Pues ahora vamos a
comprar un carnero. ¿Quién le va a comprar?
Y Juan Soldao dijo:
-Yo, yo. Y o compraré el
carnero.
Compraron el carnero y
entonces dijo Cristo:
-¿Quién le va a matar?
Y Juan Soldao dijo:
-Yo, yo le mataré.
Mató Juan Soldao el
carnero y entonces dijo San Juanuco:
-¿Quién va a hacer la
cena?
Y Juan Soldao dijo:
-Yo, yo voy a hacer la
cena.
Y Juan Soldao hizo la
cena y antes de poner todo, se comió él solo la asadura. Entonces Cristo dijo
que él iba por pan y vino para la comida. Volvió con el pan y el vino se
pusieron a comer.
Y Cristo le dijo a Juan
Soldao:
-¿Pero, dónde está la
asadura?
-Sí -añadió San Juanuco,
¿dónde está la asadura?
Y Juan Soldao respondió:
-¡Andá, tontos! ¿No
sabéis vosotros que los carneros negros no tiene asadura?
Otro día se marcharon los
cuatro a pedir limosna y llegaron a una posada. Cuando el ama les vió venir, le
dijo a su criada que les soltara cinco perros que tenía atados, y así lo hizo
la criada. Cristo se puso por delante y los perros no se acercaron. Volvió el
ama a decirle a la criada que les soltara los perros. Pero otra vez Cristo se
puso por delante y los perros no se acercaron.
Entonces el amo salió a
ver lo que pasaba y Cristo le dijo:
-Usté, señor, tiene una
hija de cuerpo presente y yo se la voy a resucitar.
El hombre le dijo que
estaba muy bien. Cristo le resucitó la hija y el hombre le pagó cuatro mil
reales.
Y cuando Cristo volvió
adonde estaban San Pedro, San Juanuco y Juan Soldao, Juan Soldao le dijo:
-¡Ay, tonto, bobo! ¿Por
qué no pidió usté ocho mil?
Entonces Cristo dividió
el dinero en cinco partes y Juan Soldao le preguntó que para qué dividía el dinero
en cinco partes cuando sólo eran cuatro. Y entonces Cristo le dijo:
-Las cuatro partes son
para los cuatro y la quinta es para el que se comió la asadura.
Entonces el pícaro de
Juan Soldao exclamó:
-Pues esa parte es para
mí, porque yo fui quien se comió la asadura.
Cristo consintió y
cogieron cada uno su dinero.
Juan Soldao entonces dijo
que él se iba a ir solo y entonces Cristo les dijo a San Pedro y a San Juanuco:
-Empués de todo, vamos a
darle todo al pobre de Juan Soldao.
Y le dieron todo el
dinero y se fué.
Más tarde llegó Juan Soldao
adonde había otro cuerpo presente y llegó a la casa y dijo que él le resucitaba
si le pagaban ocho mil reales. Y aceptaron, pero nada que resultaba. Y el amo
de la casa le dijo:
-Pues ahora te voy a
matar.
Juan Soldao entonces dió
parte a Cristo y Cristo vino y le dijo:
-Tú no tienes poder para
hacer esas cosas. Pero yo te voy a salvar la vida. Le voy a resucitar el hijo a
este señor porque tengo el poder para hacerlo, y no le voy a llevar nada.
Salió Juan Soldao con
Cristo de allí y Cristo le dijo:
-Ahora, pide tú lo que
quieras; pide el cielo.
Y llegaron Pedro y San Juanuco
y le decían a Juan Soldao:
-Sí, Juan Soldao, pide el
cielo.
Pero Juan Soldao dijo que
para qué quería cielo.
Ellos le insistían que
pidiera el cielo, pero Juan Soldao les decía:
-Hombre, ¿el cielo? ¿Hay
escaleras para subir allá? Yo lo que quiero es que me den una silla que no
siente nadie en ella ni se levante de ella a menos que yo lo mande.
Y ellos le repetían:
-Hombre, ahora pide el
cielo.
Y Juan Soldao dijo:
-No; ahora voy a pedir un
saco que sólo se abra y se cierre cuando yo mande y que esté lleno de oro. Y
también quiero una higuera que el que suba en ella no baje a menos que yo lo
mande. Y además quiero una fragua con todos materiales que trabaje cuando yo
mande.
Todo le concedieron y se
marchó solo Juan Soldao.
Ya hacía mucho que andaba
Juan Soldao por el mundo, cuando dijo un día el diablo:
-Ya está viejo Juan
Soldao. Hay que ir a buscarle. ¿Quién va a ir a buscarle?
Y respondió un demonio:
-Que vaya Judas.
Se fué Judas a buscar a
Juan Soldao. Llegó y llamé a la puerta.
-¿Quién es?
-Judas.
-¿Qué quieres?
-Te vengo a buscar.
Entonces Juan Soldao se
asomó a la puerta y dijo:
-Sube, sube, que ya me
voy a calzar. Entra, mira y siéntate en esa silla.
Y allí se sentó Judas y
se quedó sentao sin poderse levantar. Y entonces Juan Soldao mandó a los peones
prender la fragua y calentar los fierros, y le quemaron y le espitonaron a
Judas y por fin le dejaron salir huyendo.
Cuando Judas llegó al
infierno, le dijo al diablo.
-Mira cómo me han puesto.
Entonces dijo un demonio
a Judas:
-Déjale estar. Ya verás
cómo yo le voy a traer a ese galán.
Se fué el demonio a
buscar a Juan Soldao. Llegó y llamó a la puerta:
-Juan Soldao, te vengo a
buscar.
-Sube, sube, que ya me
voy a calzar.
Subió el demonio y Juan
Soldao se asomó y le dijo:
-Ya voy en un momento.
Meta la mano en ese saco pa sacar dinero pal camino.
Metió la mano el demonio
en el saco y no la pudo sacar. Y entonces Juan Soldao mandó a los peones que
prendieran la fragua y que calentaran los fierros, y quemó y espitonó al
demonio lo mismo que a Judas.
Cuando llegó el demonio
al infierno, salió Judas a recibirle.
-¡Dios! Mira cómo me han
puesto -le dijo a Judas.
-Pues así me pusieron a
mí ayer -le respondió Judas.
Entonces el diablo se
enfadó y dijo:
-Pues ahora voy yo a
buscar a Juan Soldao. Ahora verán cómo yo sí le traigo. A mí no me hace nada.
Llegó y llamó a la
puerta:
-Juan Soldao, que te
vengo a buscar.
-Sube, sube, que ya me
voy a calzar.
Y se asomó Juan Soldao y
le dijo al diablo:
-Súbete a esa higuera pa
llevar higos pa todo el camino.
Y subió el diablo a la
higuera, pero de allí no pudo bajar. Y Juan Soldao mandó a los peones otra vez
prender la fragua y calentar los fierros, y quemaron y espitonaron al diablo
como a Judas y al demonio. El pobre del diablo no tuvo más que hacer sino irse
huyendo pal infierno tan pronto como pudo.
Juan Soldao, ya muy
viejo, se fué solo por el mundo, y al fin llegó un día a la puerta del infierno
y llamó.
Allí le respondieron:
-¿Quiéh es?
-Juan Soldao.
-¡Ay, ay! ¡A ti no! No te
abrimos, que nos quemaste y nos espitonaste en un tiempo y ahora no queremos
ni verte.
Luego se marchó Juan
Soldao otra vez y por fin llegó a la puerta del cielo. Llamó y salió San Pedro
y le dijo:
-Hombre, ¿tú por aquí?
-Pues aquí he llegao.
-Pues, ¿que no
preguntabas si había escaleras para subir al cielo?
-Pues sin escaleras he
llegao.
Entonces San Pedro fué y
le contó a Cristo que Juan Soldao estaba a la puerta del cielo. Y le preguntó
a Cristo:
-¿Ónde le ponemos?
Y Cristo le contestó:
-Pues ponerle detrás de
ia puerta.
Y cuando nosotros vayamos
allí, le vamos a ver detrás de la puerta.
Y colorín, colorao,
cuento acabao.
23. Cuento popular
23. Cuento popular
Fuente:
Aurelio M Espinosa
003. España
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