Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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lunes, 15 de octubre de 2012

Juan soldao .023

Juan Soldao fué al servicio y le dijeron:
-Tú no sirves para el servicio, Juan Soldao.
Y él les dijo:
-Entonces, ¿qué voy a hacer?
Y le respondieron:
-Pues te vas y nosotros te vamos a dar una torta de pan para el camino.
Él se conformó. Se fué caminando sin saber adónde y por el camino se comió todo el megollo de la torta y quedó sólo la corteza.
Entonces llegó un pobre y le pidió pan y él se lo dió. Este pobre era Cristo. Luego llegó otro pobre y también le pidió pan. También le dió otro pedazo. Este pobre era San Pedro. Luego se le presentó otro pobre a pedirle pan y a éste le dió el último pedazo de su torta. Y este pobre era San Juanuco.
Entonces Juan Soldao se marchó de allí con los tres. Y a poco que habían marchado, dijo Cristo:
-Pues ahora vamos a comprar un carnero. ¿Quién le va a comprar?
Y Juan Soldao dijo:
-Yo, yo. Y o compraré el carnero.
Compraron el carnero y entonces dijo Cristo:
-¿Quién le va a matar?
Y Juan Soldao dijo:
-Yo, yo le mataré.
Mató Juan Soldao el carnero y entonces dijo San Juanuco:
-¿Quién va a hacer la cena?
Y Juan Soldao dijo:
-Yo, yo voy a hacer la cena.
Y Juan Soldao hizo la cena y antes de poner todo, se comió él solo la asadura. Entonces Cristo dijo que él iba por pan y vino para la comida. Volvió con el pan y el vino se pusieron a comer.
Y Cristo le dijo a Juan Soldao:
-¿Pero, dónde está la asadura?
-Sí -añadió San Juanuco, ¿dónde está la asa­dura?
Y Juan Soldao respondió:
-¡Andá, tontos! ¿No sabéis vosotros que los carne­ros negros no tiene asadura?
Otro día se marcharon los cuatro a pedir limosna y llegaron a una posada. Cuando el ama les vió venir, le dijo a su criada que les soltara cinco perros que tenía atados, y así lo hizo la criada. Cristo se puso por delante y los perros no se acercaron. Volvió el ama a decirle a la criada que les soltara los perros. Pero otra vez Cristo se puso por delante y los perros no se acercaron.
Entonces el amo salió a ver lo que pasaba y Cristo le dijo:
-Usté, señor, tiene una hija de cuerpo presente y yo se la voy a resucitar.
El hombre le dijo que estaba muy bien. Cristo le resucitó la hija y el hombre le pagó cuatro mil reales.
Y cuando Cristo volvió adonde estaban San Pedro, San Juanuco y Juan Soldao, Juan Soldao le dijo:
-¡Ay, tonto, bobo! ¿Por qué no pidió usté ocho mil?
Entonces Cristo dividió el dinero en cinco partes y Juan Soldao le preguntó que para qué dividía el dine­ro en cinco partes cuando sólo eran cuatro. Y entonces Cristo le dijo:
-Las cuatro partes son para los cuatro y la quinta es para el que se comió la asadura.
Entonces el pícaro de Juan Soldao exclamó:
-Pues esa parte es para mí, porque yo fui quien se comió la asadura.
Cristo consintió y cogieron cada uno su dinero.
Juan Soldao entonces dijo que él se iba a ir solo y entonces Cristo les dijo a San Pedro y a San Jua­nuco:
-Empués de todo, vamos a darle todo al pobre de Juan Soldao.
Y le dieron todo el dinero y se fué.
Más tarde llegó Juan Soldao adonde había otro cuerpo presente y llegó a la casa y dijo que él le resucitaba si le pagaban ocho mil reales. Y aceptaron, pero nada que resultaba. Y el amo de la casa le dijo­:
-Pues ahora te voy a matar.
Juan Soldao entonces dió parte a Cristo y Cristo vino y le dijo:
-Tú no tienes poder para hacer esas cosas. Pero yo te voy a salvar la vida. Le voy a resucitar el hijo a este señor porque tengo el poder para hacerlo, y no le voy a llevar nada.
Salió Juan Soldao con Cristo de allí y Cristo le dijo:
-Ahora, pide tú lo que quieras; pide el cielo.
Y llegaron Pedro y San Juanuco y le decían a Juan Soldao:
-Sí, Juan Soldao, pide el cielo.
Pero Juan Soldao dijo que para qué quería cielo.
Ellos le insistían que pidiera el cielo, pero Juan Soldao les decía:
-Hombre, ¿el cielo? ¿Hay escaleras para subir allá? Yo lo que quiero es que me den una silla que no siente nadie en ella ni se levante de ella a menos que yo lo mande.
Y ellos le repetían:
-Hombre, ahora pide el cielo.
Y Juan Soldao dijo:
-No; ahora voy a pedir un saco que sólo se abra y se cierre cuando yo mande y que esté lleno de oro. Y también quiero una higuera que el que suba en ella no baje a menos que yo lo mande. Y además quiero una fragua con todos materiales que trabaje cuando yo mande.
Todo le concedieron y se marchó solo Juan Soldao.
Ya hacía mucho que andaba Juan Soldao por el mundo, cuando dijo un día el diablo:
-Ya está viejo Juan Soldao. Hay que ir a buscarle. ¿Quién va a ir a buscarle?
Y respondió un demonio:
-Que vaya Judas.
Se fué Judas a buscar a Juan Soldao. Llegó y llamé a la puerta.
-¿Quién es?
-Judas.
-¿Qué quieres?
-Te vengo a buscar.
Entonces Juan Soldao se asomó a la puerta y dijo:
-Sube, sube, que ya me voy a calzar. Entra, mira y siéntate en esa silla.
Y allí se sentó Judas y se quedó sentao sin poderse levantar. Y entonces Juan Soldao mandó a los peones prender la fragua y calentar los fierros, y le quema­ron y le espitonaron a Judas y por fin le dejaron salir huyendo.
Cuando Judas llegó al infierno, le dijo al diablo.­
-Mira cómo me han puesto.
Entonces dijo un demonio a Judas:
-Déjale estar. Ya verás cómo yo le voy a traer a ese galán.
Se fué el demonio a buscar a Juan Soldao. Llegó y llamó a la puerta:
-Juan Soldao, te vengo a buscar.
-Sube, sube, que ya me voy a calzar.
Subió el demonio y Juan Soldao se asomó y le dijo:
-Ya voy en un momento. Meta la mano en ese saco pa sacar dinero pal camino.
Metió la mano el demonio en el saco y no la pudo sacar. Y entonces Juan Soldao mandó a los peones que prendieran la fragua y que calentaran los fierros, y quemó y espitonó al demonio lo mismo que a Judas.
Cuando llegó el demonio al infierno, salió Judas a recibirle.
-¡Dios! Mira cómo me han puesto -le dijo a Judas.
-Pues así me pusieron a mí ayer -le respondió Judas.
Entonces el diablo se enfadó y dijo:
-Pues ahora voy yo a buscar a Juan Soldao. Ahora verán cómo yo sí le traigo. A mí no me hace nada.
Llegó y llamó a la puerta:
-Juan Soldao, que te vengo a buscar.
-Sube, sube, que ya me voy a calzar.
Y se asomó Juan Soldao y le dijo al diablo:
-Súbete a esa higuera pa llevar higos pa todo el camino.
Y subió el diablo a la higuera, pero de allí no pudo bajar. Y Juan Soldao mandó a los peones otra vez prender la fragua y calentar los fierros, y quemaron y espitonaron al diablo como a Judas y al demonio. El pobre del diablo no tuvo más que hacer sino irse huyendo pal infierno tan pronto como pudo.
Juan Soldao, ya muy viejo, se fué solo por el mundo, y al fin llegó un día a la puerta del infierno y llamó.
Allí le respondieron:
-¿Quiéh es?
-Juan Soldao.
-¡Ay, ay! ¡A ti no! No te abrimos, que nos que­maste y nos espitonaste en un tiempo y ahora no que­remos ni verte.
Luego se marchó Juan Soldao otra vez y por fin llegó a la puerta del cielo. Llamó y salió San Pedro y le dijo:
-Hombre, ¿tú por aquí?
-Pues aquí he llegao.
-Pues, ¿que no preguntabas si había escaleras para subir al cielo?
-Pues sin escaleras he llegao.
Entonces San Pedro fué y le contó a Cristo que Juan Soldao estaba a la puerta del cielo. Y le pregun­tó a Cristo:
-¿Ónde le ponemos?
Y Cristo le contestó:
-Pues ponerle detrás de ia puerta.
Y cuando nosotros vayamos allí, le vamos a ver de­trás de la puerta.
Y colorín, colorao, cuento acabao.

23. Cuento popular

Fuente: Aurelio M Espinosa

003. España

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