Resulta
que en los campos se sentía un grito. En un despeñadero se sentía
un grito muy fiero, qu'era como un chillido y un lamento. Y un
cazador qui andaba en los campos se allega, y era un viborón que
estaba apretado con un peñasco. Y que le dice la víbora:
-No,
no, no te saco, porque me vas a picar -le contesta el hombre, claro,
muerto de miedo.
Y
la víbora le pide y le vuelve a pedir que la saque, que no le va a
hacer nada, que le va a quedar muy agradecida. Y tanto le clamó que
la sacara, que al último le dice:
-Te
voy a sacar la piedra, pero no me vas a hacer nada.
Cuando
la libró del peñasco, se le envolvió en el cogote del hombre y le
puso la cabeza contra el ojo, y le dice:
-Te
voy a picar.
-No
me piqués -que le dice, por favor. Ti hi sacau y me vas a pagar con
una ingratitú.
Y
la víbora que le decía que no podía más di hambre y que lu iba a
comer. Y el hombre le pedía que viera lo qui hacía.
-Busquemos
un juez, a ver si es justo que me piqués.
Y
entonce la víbora le dijo que güeno y lo dejó al hombre. Y jueron
a buscar un juez. Y van y encuentran un güey. Y que le cuentan el
caso y le dicen si es justo que la víbora le pague el bien que li ha
hecho el hombre. Y entonce le dice el güey:
-Yo
l'hi servíu a mi patrón toda la vida y agora mi ha echau al pasto
pa llevarme a matarme al matadero.
-Has
visto -le dice la víbora- que un bien con un mal se paga -y se lo
quería comer otra vez.
-No,
no -que le dice el hombre, no puede ser; eso no es justo. Tenimos que
buscar otro juez.
'Taban
discutiendo cuando lo ven pasar a lo lejos a Juan del Campo -así lo
llamaban al zorro. Y lo llaman. Y le piden una sentencia. Y como
Juan del Campo es tan astuto dice que le espliquen bien el caso. Y
entonce le dice el hombre:
-Aquí,
esta señora, 'taba apretada abajo d'este peñasco y yo l'hi sacado,
y agora me quiere picar. Ella dice que es justo porque tiene hambre,
y yo digo que no me puede pagar así.
Y
entonce dice Juan del Campo:
-Yo
quisiera verla onde ha 'tau esta señora.
Y
ya se jueron. Y levantaron el peñasco. Y se puso el viborón áhi
enroscau. Y que el zorro le dijo al hombre que le suelte el peñasco,
y el hombre se lo soltó. Y quedó apretau como 'taba. Y entonce que
le dice Juan del Campo a la víbora:
-Quedate
áhi, no más, como has estado, por ingrata.
Y
se jueron y la dejaron a los gritos a la víbora. Y entonce el hombre
le dice a Juan del Campo que cómo le puede pagar la hazaña qui ha
hecho de salvarlo. Y el zorro le dice:
-Este
favor te voy a pedir: cuando enconrés un zorro muerto, hacé un pozo
y lo enterrás.
Y
el hombre le dijo que cómo no. Cuanto caminó un trechito encontró
un zorrito muerto. Áhi no más hizo un pozo y lu enterró. Caminó
otro trecho, y otro zorrito muerto. Hizo un pozo y lu enterró.
Caminó otro trecho, otro zorro muerto. Hizo un pozo y lu enterró.
Caminó otro trecho y otro zorro muerto. Hizo un pozo y lu enterró.
Y güeno, y tantos zorros muertos encontraba, que ya le dio rabia, y
dice:
-Qué
tantos zorros muertos, ¡caracho!
Y
agarró un palo, le pegó un palo al zorro que encontró muerto, y
l'hizo saltar los sesos, y lo botó pa ajuera del camino.
Por
áhi que había ido pasando otro Juan del Campo y había 'tau
mirando, y le dijo:
-¿Has
visto que un bien con un mal se paga?
Y
áhi vio el hombre que era cierto el refrán.
José
Mercedes Brizuela, 70 años. Alto del Olvido. Lavalle. Mendoza, 1951.
Peón
agricultor en los viñedos de la comarca. Ha cursado los primeros
grados de la escuela primaria.
Cuento
592. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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