Éste
que era un gato, un gallo y un burro, muy viejos los tres y como ya
no podían ser útiles para nada, los maltrataban en la casa. Por
esto un buen día resolvieron salir a rodar tierra.
Caminaron
tanto, tanto, hasta que se les hizo la noche. Habiendo columbrado a
lo lejos una lucecita se allegaron y comprobaron que se trataba de
una luz que salía de la ventana de una casa. Luego resolvieron mirar
por la ventana y ver lo que ocurría adentro. Para esto se puso el
burro abajo, el gato encima y el gallo más encima. El gallo vio por
la ventana que en el interior había unos ladrones contando dinero.
Luego se bajó y les contó lo que había visto. Entonces resolvieron
apoderarse de la casa y del dinero de los ladrones a fin de pasar
mejor vida. Convinieron en que el gallo se coloque en la ventana, el
burro en la puerta y el gato entrara y se colocara en un rincón.
Uno
de los ladrones creyó que los ojos del gato eran brasas y quiso
prender el cigarro y el gato lo arañó. Al mismo tiempo el gallo
cantó.
Cuando
sintieron cantar al gallo, creyeron que era la policía y que el
sargento les decía:
-¡Traimeló
aquí! ¡Tarimeló aquí!
Los
ladrones dispararon, se toparon con el burro, quien les daba patadas.
A la noche siguiente volvió el jefe de los ladrones a ver si estaba
la policía, y le pasó lo mismo que la noche anterior. Entonces los ladrones resolvieron abandonar la casa para no
volver nunca. Así el burro, el gato y el gallo quedaron de dueños
de casa y vivieron muy felices.
Zapato
roto,
lleno
de porotos,
que
mi mamita
me
cuente otro.
Josefa
Páez, 52 años. Distrito Pueblo.
Sarmiento. La Rioja, 1950.
Lugareña
semiculta.
Cuento
616. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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