Había
una vez un burro que ya 'taba muy achacoso y no podía trabajar. El
dueño lo echó de la casa y él agarró para el monte, para morirse
por áhi. En lo que iba, encontró en el camino un perro, que 'taba
muy triste, porque el dueño lo echaba, porque ya 'taba muy viejo y
no servía para nada. Los dos se contaron las penas y resolvieron
seguir juntos. Siguieron camino y al poco andar encontraron una casa
y si allegaron. Se han encontrau con un gato y se pusieron a
conversar. Había un gallo en la casa que 'taba dele cantar. Entonce
el gato les contó que el gallo 'taba cantando porque se 'taba
despidiendo, porque habían resuelto irse de viaje. Le preguntaron
que porque s'iban y el gato les dijo que como era el día de la dueña
de casa él había oído decir que lo iban a carniar al gallo, y que
como eran muy amigos, li había aconsejado que salieran los dos de
viaje para salvarse. Entonce le dijieron que podían ir juntos porque
ellos iban tamién de viaje. Entonce el gato le dijo al gallo y
salieron todos juntos.
Cuando
ya habían andado mucho, encontraron una casa sola. Si asomaron y
vieron que 'taba servida la mesa, pero no encontraban a nadies. Como
ya se 'taba haciendo de noche y sintieron que venía gente, se
escondieron unos en una parte y otros en otra. En eso entraron unos
gauchos asaltantes que venían con una gran carga de plata. La
pusieron en el suelo a la plata, en un poncho. Áhi 'taban ya por
repartirse, cuando todos los animales a un tiempo golpearon con las
patas y las alas y gritaron. Como hicieron un ruido tan grande, los
ladrones salieron disparando creyendo que era una cosa del otro
mundo. Por allá lejos se juntaron a conversar qué sería eso.
Entonce resolvieron volver. Ya si había hecho una noche muy oscura.
Uno entró a la cocina y vio dos cosas brillantes como brasas, creyó
que eran brasas y fue a encender el cigarro y el gato lo saltó y lo
rajuñó, y el hombre disparó. Otro si arrimó ande 'taba el perro,
y el perro lo mordió y disparó. Otro se llevó por delante el
burro, el burro lo agarró a patadas, y disparó. Otro si allegó al
gallo y el gallo se le fue encima y lo picó y lo espuelió, y el
hombre disparó. Así dispararon todos. Ya lejos se juntaron y
empezaron a decir que qué gente mala y fuerzuda era la que si había
acomodado en la casa:
-A
mí me tajió uno con cuchillos -era el gato.
-A
mí me pegó otro con un martillo muy grande -era el burro.
-A
mí me molió otro con unas tenazas con clavos -era el perro.
-A
mí me chució otro con unos puñales muy puntudos -era el gallo.
Y
ya se fueron y no volvieron más.
Los
animales que salieron de viaje quedaron ricos y dueños de una
fortuna.
Gabriela
Romero, 64 años. El Sauce. Chacabuco. San Luis, 1950.
Campesina.
Buena narradora.
Cuento
621. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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