Fueron
a una fiesta los perros. Y no podían dentrar porque tenían que
dejar el culo ajuera. Como había un alambrado de púa, todos lo
sacaban al culo y lo colgaban en el alambre de púa. Ahí quedaban
todos, colgaditos. Todos los enganchaban y quedaban todos colgados.
Los
perros se divertían y tomaron vino hasta que se emborracharon.
Entonce, como al rato después, si armó un gran bochinche. Entonce
salieron todos disparando y agarraba cada uno el culo que le venía
mejor, en el apuro. Y salieron todos con el culo cambiau. Por eso,
ahora, cuando se juntan, se olen y uno le dice al otro:
-Si
vos tenís el culo mío. Dejame oler.
-Y
a ver, vos tenís el mío -le dice el otro.
Por
eso es que se olen los perros buscando lo qui han perdido. Lo primero
que hacen es olerse.
Antonino
Tieri, 72 años. Azul. Buenos Aires, 1969.
El
narrador es nativo de Azul. Oyó este cuento en los fogones de las
estancias en donde trabajó.
Cuento
792 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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