El
sapo 'taba entre unos pastitos, y viene el suri a tomar agua. Y como
es grande el suri, es orgulloso y lo quiere pisar al sapo. Y el sapo
si hace un ladito di un salto y le dice:
-¡Epe,
amigo!, no pise. ¿No ve que hay gente?
-Como
sos tan petizo no te vide -le dice el suri, cuasi sin mirarlo.
-Seré
petizo pero veo más lejos que vos. Si querís ti hago una apuesta
-que le dice.
-¿Y
quí apuesta me podís hacer vos?
-A
ver quén ve primero el sol mañana, en este mesmo lugar.
-Muy
bien, don Sapo, cómo no, convocados -que li ha dicho el suri.
Al
día siguiente han llegado muy temprano a ese lugar, ¿no?, los dos
qui hacían la apuesta. Cada uno tenía derecho de buscar el lugar
que quiera. Ahí el suri si ha subido a un altito mirando al
naciente, al Este, di ande sale el sol. El sapo si ha puesto en un
montoncito de tierra mirando al poniente, al Oeste, para el lado de
la Cordillera. En cuanto empezó a clariar, el suri, para ver,
saltaba y estiraba el cogote, que ya no daba más. El sapo 'taba
quieto, pero en eso gritó:
-El
sol... el sol... ya lo vi... ya lo vi...
Se
da güelta el suri y ve bañadas con la luz del sol las cumbres de la
Cordillera. Y güeno, le ganó el sapo y el suri quedó con el cogote
estirado y las piernas muy largas, como es al presente.
Ramona
Villafañe de Coronel, 86 años.
San
Fernando del Valle de Catamarca, 1968.
Cuento
744 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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