Que
eran dos bueyes que sabían andar en un campo. Por áhi viene un
tigre y que se comió uno.
Un
día, el güey que quedó solo, que oye que un animal bramaba. No se
daba cuenta qué animal podría ser.
-Ha
de ser mi compañero -que dice.
Créiba
que era el alma del buey muerto. Se acercó aonde se óiba el
bramido. Había siu un tigre que había estau de espaldas entre unas
piedras, áhi, encajau. Dicen que el tigre caendo de espaldas no
puede dar vuelta, que es muy duro del cuerpo.
Cuando
lo vio el tigre al buey, que le dijo:
-Sacame,
sacame, hermano, por favor.
-No
-que le dice el buey, vos me vas a comer.
-No
te voy a comer, hermano; cómo voy a hacer eso.
El
buey que se arrimaba y se desharrimaba. Al fin de tanto intarlo, se
había arrimau el buey, y lo sacó al tigre y se fueron juntos.
En
eso que iban, el tigre iba sintiendo mucho hambre, porque había
'tado muchos días sin comer. Entonce que le dice al buey:
-Teniendo
carne, de zonzo me pasaré que no me la coma. Agora te voy a comer.
Y
que le dice el buey muy asustado:
-¡No,
no, cómo me vas a comer, así no ha sido el trato!
En
eso ven que venía un cura a bestia, y que dice el tigre:
-Pongamos
de juez al cura.
-Bueno
-que dice el buey.
Ya
lo pararon y le pidieron al cura que fuera juez, y le contaron todo,
y le dijeron que el tigre lo quería comer al buey.
El
cura 'taba más asustau que el diablo. Cuando le hicieron ver el
caso, pensó que si él decía que el tigre no lo tenía que comer al
buey, lo iba a comer a él; entonce dio la sentencia que lo tenía
que comer el tigre al buey.
El
buey decía que eso no podía ser, que tenían que buscar un juez
mejor, que eso no era justo. En eso que 'taba áhi, cuestionando,
llega Juan del Campo. Ya lo llamaron de juez, y éste dijo que cómo
había siu el caso. Ya le dijieron que el tigre había 'tau cáido,
entre unas piedras, que no podía salir, y que áhi se iba a morir si
no lo sacaba el buey. Y entonce dice el zorro:
-¡Ah,
usté tiene que ir aonde 'staba! Es de la única manera que yo me voy
a dar cuenta.
El
tigre no quería ir, pero el juez lo echó no más por la melga. Y ya
lo hizo ir que se tire como había 'stau. El tigre fue y se tiró
entre las piedras, y el buey le puso las piedras que lo apretaban, y
lo pircó más bien de lo que había 'stau. Entonce el zorro dijo que
lo dejen áhi, por desagradecido, que no lo saquen más. Y así les
salvó la vida al buey y al cura.
-Bueno,
¿qué vale lo que me has salvado la vida? -que le dice el cura.
Le
dice el zorro:
-No
vale más que, mi familia que es tan larga y tan perseguida de los
perros, que aonde quera la matan, le rece un responso cuando
encuentre alguno de mis parientes muerto.
-¡Cómo
no! -le dice el cura.
Se
separaron los tres, y se fueron muy agradecidos el buey y el cura.
A
poco andar no más, fue el cura y encontró un zorro muerto -éste
era el mismo Juan del Campo que se hacia el muerto, para ver si
cumplía o no el cura. Ya el cura se bajó y le dijo un responso. Y
siguió. A poco andar, como a dos cuadras, otro zorro muerto -y era
el mismo Juan.
-¡Ay,
cierto! -que dice el cura, tenía razón mi amigo que su familia era
muy perseguida.
Se
bajó y le rezó al muerto, y siguió. A poco andar, otra vez, otro
muerto. Se bajó y le dijo otro responso, y siguió. A poco andar,
otro zorro muerto. Ya se bajó y le rezó. Áhi cerca no más otro
zorro muerto. Ya se bajó el cura muy fastidiado, y le rezó ligero y
siguió. Más adelante, otro zorro muerto. El cura se bajó
enojadísimo, lo agarró al zorro de la cola y le dio un golpazo
sobre unas piedras. El zorro medio moribundo le decía, en las
últimas voces:
-Un
bien con un mal se paga.
Y
se acabó.
Felisa
Chaves de Páez, 56 años. San Agustín. San Juan, 1947.
Lugareña
inteligente. Gran narradora. Pronuncia la
y y
la
ll, diferenciándolas
como en todo el Noroeste de San Juan, a la manera de Castilla la
Vieja.
Cuento 589. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
Cuento 589. Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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