Dice
que antiguamente, hace mucho tiempo, los perros organizaban
fiestas, bailes. Y a esas reuniones a donde concurrían, tenían,
este, prohibido entrar con ciertos objetos. Uno de ellos era, este,
lo que simplemente se dice el culo. Bueno, entonces, tenían que
dejarlo afuera y lo dejaban colgado, en unos ganchos. Y entraban
entonces, sin el culo, adentro, ¿no?, del baile.
Y
muy bien, en esa oportunidá, la fiesta se desarrollaba como siempre,
alegremente, bailando y qué se yo. Y por ahí hubo unos perros que
se tiraron la bronca por algunas perritas, ¿no?, como suele pasar
hasta en los hombres. Y se armó una tremenda pelea. Así que todos
los perros que había ahí, era un entrevero terrible, peliando, ¿no?
Y todas las perras y los perros más cobardes todos disparaban. Y
cada cual iban agarrando su culo, pero en el apuro, agarraban
cualquiera, así que no agarraban el de ellos. Por lo tanto, todos se
dispersaron, pero con culos equivocados. Y por esa razón, se cuenta
que aún, cuando se encuentran, los perros se huelen, se toman el
olor, para ver si es el culo de él el que tiene el otro.
Ronaldo
Elleceer Urruti, 35 años.
Cañuelas. Buenos Aires, 1969.
Hacendado.
Tiene particular vocación como narrador.
Cuento
793 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
0.015.1
anonimo (argentina) - 048
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