Esto
era en la antigüidá. Dice que los perros habían sido envitado a
una gran fiesta. Era una fiesta de lujo y los perros tuvieron que
dejar los sombreros ajuera, a la entrada. Ahí 'taban los sombreros
de todos los envitados.
Güeno...
Dice que había mucha comida y licores de toda clase. Ya todos
bailaban, comían y chupaban de lo lindo. Claro, como ya 'taban
alegrones los envitados, empezaron a bromiar y reír. Y ya cuando
'taban más curaditos discutían tamén. Y a muchos les da la chupa
por peliar, y ya peliaron algunos tamén. Y áhi si armó una pelea
tremenda. Y claro, ya vino la polecía y entró a la fiesta, y quedó
un solo desparramo no más de concurrentes. Unos disparaban pa un
lau, otro pa otro. Y tenían que salir a la juerza por la puerta ande
'taban los sombreros. Y en el apuro, cada uno agarró el primer
sombrero que pilló y, ¡jue pucha!, ¡patitas pa qué te quero!,
disparó. Y güeno, pa que no los descubra la polecía por el
sombrero qui agarraron, se lo metieron en el trasero. Y después
comenzaron a averiguar cada uno de su sombrero. Y es por eso que
cuando se encuentran dos perros, lo primero qui hacen es olerse el
upite, el trasero, po. Y de la antigüidá, quién sabe déque
tiempo, vienen estos perros buscando sus sombreros. Y qué los va a
encontrar renunca, si jue tan grande el revoltijo.
Pilar
Ochoa, 50 años. La Cañada. La Capital. San Luis, 1939.
Narradora
analfabeta.
Cuento
789 Fuente: Berta Elena Vidal de Battini
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anonimo (argentina) - 048
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