Alguien dijo: "Los cuentos nos ayudan a enfrentarnos al mundo"

Era se una vez...

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viernes, 29 de junio de 2012

Vanidad de vanidades

Dos garzas y una tortuga se habían hecho muy amigas, porque las tres vivían a orillas de un lago donde diariamente podían saciar su sed. Pero ese año las lluvias no llegaron y se produjo una implaca­ble sequía. Paulatina-mente las aguas del lago iban decreciendo. Las garzas pensaron en que era necesa­rio tomar la determinación de emigrar a regiones más húmedas para poder sobrevivir. La tortuga se lamentó alarmada:
-Vosotras tenéis alas y podéis volar. Pero ¡pobre de mí! ¿Qué haré yo, torpe y pesada? Moriré sin remedio.
La tortuga comenzó a llorar y las garzas sintieron mucha compasión de su compañera. Toda la noche la pasaron pensando qué hacer. Al final, y por fortu­na, hallaron una solución. Consistía en que las dos garzas sostendrían un palo con sus picos y la tortuga se agarraría firmemente al mismo, para ser transpor­tada hasta regiones húmedas en las que poder sobre­vivir.
Al amanecer, las dos garzas y la tortura se fundían en el horizonte. Recorrieron una larga distancia, y al pasar por algunos pueblos, los habitantes de la locali­dad exclamaban sorprendidos:
-¡Qué tortuga tan inteligente! ¡Mirad con qué destreza se agarra con la boca a la vara!
La tortuga estaba encantada con aquellos comentarios, en tanto que las garzas sólo se ocupaban de proseguir su perfecto vuelo, sin prestar atención a los comen­tarios. Pero por cada pueblo que surcaban, las gentes exclamaban asombradas y elogiaban la pericia de la tor­tuga. Pero he aquí que al cruzar un valle, los habitantes del mismo comenzaron a exclamar alborozados:
-¡Mirad, mirad, qué garzas tan sabias! ¡Qué inte­ligentes y hábiles son llevando a la tortuga con una vara que sostienen con sus picos! ¡Qué animales tan sabios! Y qué bien vuelan. ¡Cuán hermosos son!
La tortuga, que se había sentido tan lisonjada anteriormente y se había henchido de vanidad, al observar que ahora sólo alababan a sus compañeras, no pudo por menos que decir:
-¡Estúpidos! ¡Qué sabréis vosotros!
Al hablar, soltó el palo y se precipitó en el vacío. Al dar con el suelo, su caparazón se resquebrajó y el animalillo encontró la muerte.

El Maestro dice: La humildad es el néctar de la vida; el ego es el veneno que lleva a la muerte.

Fuente: Ramiro Calle

004. Anonimo (india)

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