Dos garzas y una tortuga
se habían hecho muy amigas, porque las tres vivían a orillas de un lago donde
diariamente podían saciar su sed. Pero ese año las lluvias no llegaron y se
produjo una implacable sequía. Paulatina-mente las aguas del lago iban
decreciendo. Las garzas pensaron en que era necesario tomar la determinación
de emigrar a regiones más húmedas para poder sobrevivir. La tortuga se lamentó
alarmada:
-Vosotras tenéis alas y
podéis volar. Pero ¡pobre de mí! ¿Qué haré yo, torpe y pesada? Moriré sin
remedio.
La tortuga comenzó a
llorar y las garzas sintieron mucha compasión de su compañera. Toda la noche
la pasaron pensando qué hacer. Al final, y por fortuna, hallaron una solución.
Consistía en que las dos garzas sostendrían un palo con sus picos y la tortuga
se agarraría firmemente al mismo, para ser transportada hasta regiones húmedas
en las que poder sobrevivir.
Al amanecer, las dos
garzas y la tortura se fundían en el horizonte. Recorrieron una larga
distancia, y al pasar por algunos pueblos, los habitantes de la localidad
exclamaban sorprendidos:
-¡Qué tortuga tan
inteligente! ¡Mirad con qué destreza se agarra con la boca a la vara!
La tortuga estaba
encantada con aquellos comentarios, en tanto que las garzas sólo se ocupaban
de proseguir su perfecto vuelo, sin prestar atención a los comentarios. Pero
por cada pueblo que surcaban, las gentes exclamaban asombradas y elogiaban la
pericia de la tortuga. Pero he aquí que al cruzar un valle, los habitantes del
mismo comenzaron a exclamar alborozados:
-¡Mirad, mirad, qué
garzas tan sabias! ¡Qué inteligentes y hábiles son llevando a la tortuga con
una vara que sostienen con sus picos! ¡Qué animales tan sabios! Y qué bien
vuelan. ¡Cuán hermosos son!
La tortuga, que se había
sentido tan lisonjada anteriormente y se había henchido de vanidad, al observar
que ahora sólo alababan a sus compañeras, no pudo por menos que decir:
-¡Estúpidos! ¡Qué sabréis
vosotros!
Al hablar, soltó el palo
y se precipitó en el vacío. Al dar con el suelo, su caparazón se resquebrajó y
el animalillo encontró la muerte.
El Maestro dice: La humildad es el néctar de la vida; el ego
es el veneno que lleva a la muerte.
Fuente: Ramiro Calle
004. Anonimo (india)
No hay comentarios:
Publicar un comentario