En la corte
real tuvo lugar un fastuoso banquete. Todo se había dispuesto de tal manera que
cada persona se sentaba a la mesa de acuerdo con su rango. Todavía no había
llegado el monarca al banquete, cuando apareció un ermitaño muy pobremente
vestido y al que todos tomaron por un pordiosero. Sin vacilar un instante, el
ermitaño se sentó en el lugar de mayor importancia. Este insólito
comportamiento indignó al primer ministro, quien, ásperamente, le preguntó:
-¿Acaso eres
un visir?
-Mi rango es
superior al de visir -repuso el ermitaño.
-¿Acaso eres
un primer ministro?
-Mi rango es
superior al de primer ministro.
Enfurecido,
el primer ministro inquirió:
-¿Acaso eres
el mismo rey?
-Mi rango es
superior al del rey.
-¿Acaso eres
Dios? -preguntó mordazmente el primer ministro.
-Mi rango es
superior al de Dios.
Fuera de sí,
el primer ministro vociferó:
-¡Nada es
superior a Dios!
Y el ermitaño
dijo con mucha calma:
-Ahora sabes
mi identidad. Esa nada soy yo.
*El Maestro dice: Más allá de todas las categorías y dualidades, del ego y los conceptos,
está aquel que ha liberado su mente.
004. Anonimo (india)
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