Era un hombre
que había sido encarcelado. A través de un ventanuco enrejado que había en su
celda gustaba de mirar al exterior. Todos los días se asomaba al ventanuco, y,
cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de las rejas, estallaba en
sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido.
Un día ya no pudo por menos que preguntar al preso:
-Oye, hombre,
¿a qué vienen todas esas risotadas día tras día?
Y el preso
contestó:
-¿Cómo que de
qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que hay ahí. ¿No ves que
están presos detrás de estas rejas?
*El Maestro dice: Por falta de discernimiento puro, no sólo estás en cautiverio, sino que
ni siquiera llegas a darte cuenta de que lo estás.
004. Anonimo (india)
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